Por Rafael Arribas
Cascaramarga.es
La vida de James Barrie, autor del cuento de Peter Pan, versionado
en dibujos animados por Walt Disney, fue terreno abonado para los rumores que
le atribuían relaciones afectivas con niños y jovencitos y apuntaban hacia una
probable pedofilia difícil de probar. James Barrie fue de esos niños que nunca
tuvieron una infancia feliz en un hogar que le ignoraba. Por si esto no fuera
suficiente, había ido incubando un raro enanismo psicogénico, que le hacía
parecer grotesco, como un pequeño gnomo gris. Sin embargo, su metro y medio de estatura
le sirvió para acercarse a los pequeños con mayor facilidad.
Barrie hizo de su vida el motor de sus novelas. Su desgraciada
infancia se refleja en su literatura, donde aparecen todos sus miedos y
anhelos, sus frustraciones y querencias. De Glasgow a Londres fue incubando la
idea de hacerse novelista y autor teatral, cosa que consiguió en breve tiempo,
con obras costumbristas y sentimentales en la línea de Dickens, aunque
inspiradas en los textos de Stevenson y los grandes autores rusos del XIX. Sin
embargo, hubo de esperar a la llegada de Peter Pan, ya en su madurez, para
convertirse en escritor universal.
James añoraba la presencia de niños en el hogar, pero ello no le
impedía acercarse a los pequeños que jugaban en los jardines de Kensington para
relatarles sus cuentos extraordinarios. Sin embargo, ningún biógrafo vio algo
inapropiado en la conducta del escritor, a pesar de la presumible impotencia
para consumar el acto sexual con su mujer, la vinculación que mantuvo con los
hermanos Lewellyn, todos varones, o la predilección que tenía por uno de ellos,
llamado Michael, que era homosexual. Sólo la lectura de una novela suya, donde
aparece por vez primera el personaje de Peter Pan, nos ayuda a profundizar en
su mentalidad misógina y pederasta. Se trata de El pajarito blanco (Little
White Bird, 1902), publicada en español por Barataria con más de un siglo de
retraso.
J. M. BarrieEn el capítulo titulado El intruso, el narrador habla
de la posibilidad de pasar la noche junto al pequeño David, al que tutela y
adora, al tiempo que mantiene una violenta relación con Mary, la madre del
muchacho. Sin duda la escena más inquietante y comprometida escrita por Barrie
es la que describe la noche que el narrador pasa junto a David: "El resto
de la noche durmió encima de mí; otras, con los pies en la almohada, pero
siempre con mi dedo cogido. En una ocasión llegó a despertarse y a decirme que
estaba durmiendo conmigo. Yo no pegué el ojo; pasé la noche pensando. Sobre ese
niño que a mitad del juego se desvelaba, cuando lo desnudaba, hundió la cabeza
entre mis rodillas".
Pese a lo intenso del pasaje, no hay actividad sexual deliberada,
ni clandestina, ni atisbo de la más leve obscenidad. Posiblemente Barrie quiso
dejar constancia de sus sentimientos de una manera ambigua, o dejarlos
entreabiertos al arbitrio del lector. En cualquier caso, se trata de un dato
más a tener en cuenta sobre algo que en realidad importa bien poco en el
contexto del legado de este genial autor. El mismo Borges, que ya había
reparado en la intensidad de este controvertido pasaje, ha sido el detonante de
su traducción española, según confiesa la editora de Barataria, Carlota Moreno.
Por nuestra parte esperamos no habernos expuesto a la maldición del mismísimo
James Barrie, cuando dijo: "Dios fulmine a todo aquel que escriba una
biografía sobre mi persona".
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