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jueves, 16 de mayo de 2013

La discutida sexualidad del creador de Peter Pan




Por Rafael Arribas
Cascaramarga.es


La vida de James Barrie, autor del cuento de Peter Pan, versionado en dibujos animados por Walt Disney, fue terreno abonado para los rumores que le atribuían relaciones afectivas con niños y jovencitos y apuntaban hacia una probable pedofilia difícil de probar. James Barrie fue de esos niños que nunca tuvieron una infancia feliz en un hogar que le ignoraba. Por si esto no fuera suficiente, había ido incubando un raro enanismo psicogénico, que le hacía parecer grotesco, como un pequeño gnomo gris. Sin embargo, su metro y medio de estatura le sirvió para acercarse a los pequeños con mayor facilidad.

Barrie hizo de su vida el motor de sus novelas. Su desgraciada infancia se refleja en su literatura, donde aparecen todos sus miedos y anhelos, sus frustraciones y querencias. De Glasgow a Londres fue incubando la idea de hacerse novelista y autor teatral, cosa que consiguió en breve tiempo, con obras costumbristas y sentimentales en la línea de Dickens, aunque inspiradas en los textos de Stevenson y los grandes autores rusos del XIX. Sin embargo, hubo de esperar a la llegada de Peter Pan, ya en su madurez, para convertirse en escritor universal.

James añoraba la presencia de niños en el hogar, pero ello no le impedía acercarse a los pequeños que jugaban en los jardines de Kensington para relatarles sus cuentos extraordinarios. Sin embargo, ningún biógrafo vio algo inapropiado en la conducta del escritor, a pesar de la presumible impotencia para consumar el acto sexual con su mujer, la vinculación que mantuvo con los hermanos Lewellyn, todos varones, o la predilección que tenía por uno de ellos, llamado Michael, que era homosexual. Sólo la lectura de una novela suya, donde aparece por vez primera el personaje de Peter Pan, nos ayuda a profundizar en su mentalidad misógina y pederasta. Se trata de El pajarito blanco (Little White Bird, 1902), publicada en español por Barataria con más de un siglo de retraso.

J. M. BarrieEn el capítulo titulado El intruso, el narrador habla de la posibilidad de pasar la noche junto al pequeño David, al que tutela y adora, al tiempo que mantiene una violenta relación con Mary, la madre del muchacho. Sin duda la escena más inquietante y comprometida escrita por Barrie es la que describe la noche que el narrador pasa junto a David: "El resto de la noche durmió encima de mí; otras, con los pies en la almohada, pero siempre con mi dedo cogido. En una ocasión llegó a despertarse y a decirme que estaba durmiendo conmigo. Yo no pegué el ojo; pasé la noche pensando. Sobre ese niño que a mitad del juego se desvelaba, cuando lo desnudaba, hundió la cabeza entre mis rodillas".

Pese a lo intenso del pasaje, no hay actividad sexual deliberada, ni clandestina, ni atisbo de la más leve obscenidad. Posiblemente Barrie quiso dejar constancia de sus sentimientos de una manera ambigua, o dejarlos entreabiertos al arbitrio del lector. En cualquier caso, se trata de un dato más a tener en cuenta sobre algo que en realidad importa bien poco en el contexto del legado de este genial autor. El mismo Borges, que ya había reparado en la intensidad de este controvertido pasaje, ha sido el detonante de su traducción española, según confiesa la editora de Barataria, Carlota Moreno. Por nuestra parte esperamos no habernos expuesto a la maldición del mismísimo James Barrie, cuando dijo: "Dios fulmine a todo aquel que escriba una biografía sobre mi persona".

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