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lunes, 4 de noviembre de 2013

PINIÓN. Transfobia y capitalismo: Fundamentos de la homonormatividad a la mexicana




Por Gloria Hazel Davenport*
México DF, mayo 08 de 2013.

Dedicado a Sylvia Rivera, madre del activismo trans contemporáneo
El avance de los derechos ciudadanos ha deslavado de manera dramática uno de los discursos más fuertes de la diversidad, la práctica y defensa de actos discriminatorios al interior de la población lésbico, gay, bisexual, transgénero, travesti, transexual e intersexual (LGBTTTI).

Concretamente, los actos excluyentes, que han sido legitimizados por personajes de las comunidades lésbica y gay hacia las poblaciones bisexuales y en especial transgénero, se han basado en un atrincheramiento radical contra “invasiones” que afectan sus espacios de identidad.

Así, desde las bocas y dedos de activistas y figuras prominentes de las poblaciones lésbica y gay, se han reforzado radicalmente los llamados tanto a la exclusión como a la expulsión de la existencia y representación transgénero en “antros” y manifestaciones de derechos, como en la pasada marcha lésbica de la Ciudad de México donde las organizadoras, asumiéndose como las portavoces de toda la población lesbiana, “sugirieron” al colectivo transexual “respetar” el acto político, en una clara advertencia de rechazo

Si bien el atrincheramiento y la clandestinidad fueron herramientas necesarias para la salvaguarda de la identidad homosexual o gay en los años 70 del siglo XX, el desarrollo de leyes e instrumentos de acceso a la ciudadanía, como la prohibición de la discriminación y el acceso al matrimonio igualitario en la Ciudad de México modifican la dinámica de interacción con la heterosexualidad hegemónica, ahora forzada legalmente a convivir en igualdad con la población homosexual.

Esta nueva realidad ha sido un golpe duro de asumir para la heteronormatividad, que en esta ciudad se ha visto vulnerada por el acceso a la ciudadanía lésbica y gay, que ahora tiene pase a sus mismos restaurantes, centros comerciales y espacios de representación política por un lado, y a la vigilancia de instituciones como el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) y el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (Copred), además del artículo 206 del Código Penal del DF por otro.

Sin embargo, el acceso a derechos ciudadanos de toda la población, y la reducción de actos discriminatorios contra lesbianas y gays por la intervención directa de las instituciones, ha traído como efecto secundario que emerja un discurso radical dentro de la población homosexual, una visión agresiva y violenta que ha replicado históricamente las prácticas excluyentes de la heternormatividad radical.

La refundación de la homosexualidad a través de una homonormatividad desfasada y vinculada con un capitalismo radical que incluso llega a legitimar la discriminación hacia personas transgénero representa en si un grave riesgo tanto para el mantenimiento de un discurso de defensa de la ciudadanía, como para la evolución de la dinámica social entre nuevas generaciones LGBTTTI entre sí y frente a la heteronormatividad a la luz de los avances legales.

Esta homonormatividad, quizás más tóxica que la heteronormatividad, por provenir de un discurso liberador de esta, ha sido abordada desde los años 90 del siglo pasado desde el activismo y la academia por Susan Stryker y en especial Lisa Duggan quien advirtió sobre la asimilación de dinámicas socioculturales y prácticas de la heterosexualidad radical en las poblaciones lésbicas y gay.
La cercanía con los ideales tradicionales de la heteronormatividad dentro de la homonormatividad emergente se basan en el mantenimiento de la monosexualidad, o visión que apunta como únicamente valida a la atracción erótica o afectiva hacia uno solo de los sexos o géneros, lo que impacta al rechazo a la bisexualidad, y a la cisgeneridad, entendida como la concordancia con el género social asignado a los caracteres sexuales y genitales, que apunta a la expulsión de personas travestis, transgenéricas y transexuales, además de las construcciones queer.

Esta versión homosexual de la heteronormatividad ha sido vinculada por Duggan y Stryker con el neoliberalismo, y se acerca al enfrentamiento que comienza a manifestarse con fuerza en las relaciones entre las poblaciones L y G con las B y T de la Ciudad de México, donde la manzana de la discordia son las leyes e instituciones contra la discriminación.

Así, la postura del Copred y del Instituto de Verificación Administrativa (Invea) del DF, de poder sancionar y hasta clausurar antros y establecimientos mercantiles que nieguen el acceso a las personas transgénero, ha motivado desde críticas hasta llamados por parte de activistas gay para respetar las políticas discriminatorias y no aplicar la ley contra los empresarios transfóbicos por tratarse de una ideología capitalista en un país capitalista.

En las redes sociales, estos impulsores de la homonormatividad han preguntado y descalificado el porqué las personas transgénero intentan acceder a sitios de convivencia gay, de un modo similar a la reacción de la heteronormatividad a la demanda homosexual de acceso a espacios de expresión heterosexual y en especial al matrimonio.

Lo curioso resulta en los intentos de descalificación de esta homonormatividad a la mexicana hacia la posibilidad de que las personas transgénero y bisexuales utilicen las instituciones contra la discriminación, en un deliberado olvido histórico a la solicitud de intervención de una pareja de mujeres lesbianas ante el Conapred por la negativa de los almacenes de lujo (capitalismo) Liverpool, que se negaba a abrir una mesa de regalos en 2006. El caso terminó en que la empresa rectificó su postura y dio marcha atrás a favor de la población lésbica.

La comparación de ambos casos lleva a la incongruencia: un capitalista y heteronormativo almacén comercial de lujo acepta incluir a la población homosexual, mientras que la homonormatividad condena cualquier intento de manifestación contra la discriminación por parte de las poblaciones bisexual y transgénero.

El blindaje y atrincheramiento de los discursos homonormativos y neoliberales, y su defensa a las prácticas discriminatorias ponen en desventaja y fragilidad a las poblaciones radicales en los colectivos lésbicos y gay ante las instituciones y leyes antidiscriminación.

No es posible que a través de llamados en las redes sociales, las voces y los rostros de la homonormatividad intenten frenar las acciones del Copred y del Invea contra sus establecimientos mercantiles, esto llevaría a legitimar la discriminación hacia personas transgénero, y a responsabilidades administrativas e históricas de funcionarios que seguramente no se prestarán a un juego tan desesperado por parte de quienes intentan conservar una jerarquía a través de la exclusión.

Sin embargo, estas voces de la homonormatividad mexicana vulneran aun más la dinámica entre las poblaciones LGBTTTI, al alentar la discriminación, la transfobia y la bifobia en las nuevas generaciones, que ya emergen en un clima de desarrollo de ciudadanía.

El sociólogo O. E. Klapp, en su obra “Identidad, problema de masas” recuerda una frase común entre historiadores contemporáneos con la contracultura de los años 70 “La historia cuando se cansa tiende a repetirse”. Desgraciadamente esto aplica también a portavoces y activistas.

Texto relacionado:
http://www.notiese.org/notiese.php?ctn_id=6566
*Mujer transexual, periodista y directora de programas de Derechos Humanos, Género y Sexualidad de Prodiana AC.
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