Por Gloria Hazel Davenport*
México DF, mayo 08 de 2013.
Dedicado a Sylvia Rivera, madre
del activismo trans contemporáneo
El avance de los derechos
ciudadanos ha deslavado de manera dramática uno de los discursos más fuertes de
la diversidad, la práctica y defensa de actos discriminatorios al interior de
la población lésbico, gay, bisexual, transgénero, travesti, transexual e
intersexual (LGBTTTI).
Concretamente, los actos
excluyentes, que han sido legitimizados por personajes de las comunidades
lésbica y gay hacia las poblaciones bisexuales y en especial transgénero, se
han basado en un atrincheramiento radical contra “invasiones” que afectan sus
espacios de identidad.
Así, desde las bocas y dedos de
activistas y figuras prominentes de las poblaciones lésbica y gay, se han
reforzado radicalmente los llamados tanto a la exclusión como a la expulsión de
la existencia y representación transgénero en “antros” y manifestaciones de
derechos, como en la pasada marcha lésbica de la Ciudad de México donde las
organizadoras, asumiéndose como las portavoces de toda la población lesbiana,
“sugirieron” al colectivo transexual “respetar” el acto político, en una clara
advertencia de rechazo
Si bien el atrincheramiento y la
clandestinidad fueron herramientas necesarias para la salvaguarda de la
identidad homosexual o gay en los años 70 del siglo XX, el desarrollo de leyes
e instrumentos de acceso a la ciudadanía, como la prohibición de la
discriminación y el acceso al matrimonio igualitario en la Ciudad de México
modifican la dinámica de interacción con la heterosexualidad hegemónica, ahora
forzada legalmente a convivir en igualdad con la población homosexual.
Esta nueva realidad ha sido un
golpe duro de asumir para la heteronormatividad, que en esta ciudad se ha visto
vulnerada por el acceso a la ciudadanía lésbica y gay, que ahora tiene pase a
sus mismos restaurantes, centros comerciales y espacios de representación
política por un lado, y a la vigilancia de instituciones como el Consejo
Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) y el Consejo para Prevenir
y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (Copred), además del
artículo 206 del Código Penal del DF por otro.
Sin embargo, el acceso a derechos
ciudadanos de toda la población, y la reducción de actos discriminatorios
contra lesbianas y gays por la intervención directa de las instituciones, ha
traído como efecto secundario que emerja un discurso radical dentro de la
población homosexual, una visión agresiva y violenta que ha replicado
históricamente las prácticas excluyentes de la heternormatividad radical.
La refundación de la
homosexualidad a través de una homonormatividad desfasada y vinculada con un
capitalismo radical que incluso llega a legitimar la discriminación hacia
personas transgénero representa en si un grave riesgo tanto para el
mantenimiento de un discurso de defensa de la ciudadanía, como para la
evolución de la dinámica social entre nuevas generaciones LGBTTTI entre sí y
frente a la heteronormatividad a la luz de los avances legales.
Esta homonormatividad, quizás más
tóxica que la heteronormatividad, por provenir de un discurso liberador de
esta, ha sido abordada desde los años 90 del siglo pasado desde el activismo y
la academia por Susan Stryker y en especial Lisa Duggan quien advirtió sobre la
asimilación de dinámicas socioculturales y prácticas de la heterosexualidad
radical en las poblaciones lésbicas y gay.
La cercanía con los ideales
tradicionales de la heteronormatividad dentro de la homonormatividad emergente
se basan en el mantenimiento de la monosexualidad, o visión que apunta como
únicamente valida a la atracción erótica o afectiva hacia uno solo de los sexos
o géneros, lo que impacta al rechazo a la bisexualidad, y a la cisgeneridad,
entendida como la concordancia con el género social asignado a los caracteres
sexuales y genitales, que apunta a la expulsión de personas travestis,
transgenéricas y transexuales, además de las construcciones queer.
Esta versión homosexual de la
heteronormatividad ha sido vinculada por Duggan y Stryker con el
neoliberalismo, y se acerca al enfrentamiento que comienza a manifestarse con
fuerza en las relaciones entre las poblaciones L y G con las B y T de la Ciudad
de México, donde la manzana de la discordia son las leyes e instituciones
contra la discriminación.
Así, la postura del Copred y del
Instituto de Verificación Administrativa (Invea) del DF, de poder sancionar y
hasta clausurar antros y establecimientos mercantiles que nieguen el acceso a
las personas transgénero, ha motivado desde críticas hasta llamados por parte
de activistas gay para respetar las políticas discriminatorias y no aplicar la
ley contra los empresarios transfóbicos por tratarse de una ideología
capitalista en un país capitalista.
En las redes sociales, estos
impulsores de la homonormatividad han preguntado y descalificado el porqué las
personas transgénero intentan acceder a sitios de convivencia gay, de un modo
similar a la reacción de la heteronormatividad a la demanda homosexual de
acceso a espacios de expresión heterosexual y en especial al matrimonio.
Lo curioso resulta en los
intentos de descalificación de esta homonormatividad a la mexicana hacia la
posibilidad de que las personas transgénero y bisexuales utilicen las
instituciones contra la discriminación, en un deliberado olvido histórico a la
solicitud de intervención de una pareja de mujeres lesbianas ante el Conapred
por la negativa de los almacenes de lujo (capitalismo) Liverpool, que se negaba
a abrir una mesa de regalos en 2006. El caso terminó en que la empresa
rectificó su postura y dio marcha atrás a favor de la población lésbica.
La comparación de ambos casos
lleva a la incongruencia: un capitalista y heteronormativo almacén comercial de
lujo acepta incluir a la población homosexual, mientras que la homonormatividad
condena cualquier intento de manifestación contra la discriminación por parte
de las poblaciones bisexual y transgénero.
El blindaje y atrincheramiento de
los discursos homonormativos y neoliberales, y su defensa a las prácticas
discriminatorias ponen en desventaja y fragilidad a las poblaciones radicales
en los colectivos lésbicos y gay ante las instituciones y leyes
antidiscriminación.
No es posible que a través de
llamados en las redes sociales, las voces y los rostros de la homonormatividad
intenten frenar las acciones del Copred y del Invea contra sus establecimientos
mercantiles, esto llevaría a legitimar la discriminación hacia personas
transgénero, y a responsabilidades administrativas e históricas de funcionarios
que seguramente no se prestarán a un juego tan desesperado por parte de quienes
intentan conservar una jerarquía a través de la exclusión.
Sin embargo, estas voces de la
homonormatividad mexicana vulneran aun más la dinámica entre las poblaciones
LGBTTTI, al alentar la discriminación, la transfobia y la bifobia en las nuevas
generaciones, que ya emergen en un clima de desarrollo de ciudadanía.
El sociólogo O. E. Klapp, en su
obra “Identidad, problema de masas” recuerda una frase común entre
historiadores contemporáneos con la contracultura de los años 70 “La historia
cuando se cansa tiende a repetirse”. Desgraciadamente esto aplica también a
portavoces y activistas.
Texto relacionado:
http://www.notiese.org/notiese.php?ctn_id=6566
*Mujer transexual, periodista y
directora de programas de Derechos Humanos, Género y Sexualidad de Prodiana AC.
Facebook: Agencia NotieSe
Twitter: @Agencia_NotieSe
Canal de YouTube: Agencia NotieSe
No hay comentarios:
Publicar un comentario