Salvador Núñez
Enehache.com
Habemos muchos que siempre
estamos en la espera de toparnos con el amor. Algo tan electrizante,
complementario, tierno, morboso y cambiante. Ese concepto que se va
transformando con los años, de la misma forma que vamos cambiando nosotros.
Sin embargo, el amor siempre es
el estado perfecto de todos en cualquier momento de nuestra vida. Usamos la
palabra “amor” quizás demasiado y de forma muy general. Ahorita no se me antoja
entrar en ese tipo de detalles, a lo que me refiero en este momento es a “estar
enamorados”. A esa química que nos recorre el cuerpo y la mente, que nos
enciende los ojos y nos aviva los sentidos, a esas alas que, incluso cuando nos
sentimos devastados, logran salir de nosotros sin requerir de ningún esfuerzo y
nos elevan al cielo con sólo un pensamiento, que nos funden en la temperatura
del sol con el roce de su piel, con un beso, con el sabor de su boca y su
aliento y nos hacen explotar cuerpo con cuerpo para dejarnos tan tranquilos y
brillantes como las estrellas.
Ese enamoramiento que todos
buscamos constantemente es la mezcla perfecta entre cielo e infierno, entre lo
sutil del sentimiento y la animalidad del deseo. Cuando nos topamos con una
mirada fulminante nos cae un balde de leche fría en la cabeza y nos empapa, nos
refresca el corazón y la ilusión hasta borrarnos cualquier marca de dolor,
razón, lógica, edad o tiempo.
Van pasando los años, vamos
volviéndonos más libres, aunque sea en algunos aspectos y entonces parece
volverse más difícil el encuentro. Y digo “parece” porque soy de la idea de que
cuando el amor te tiene que encontrar, no hay forma de esconderte ni de salir
corriendo. Sin embargo, nuestra disposición al amor, a la entrega, siempre hará
más fácil su llegada.
Quizás no llegue tan fácil la
persona que se quedará a nuestro lado por mucho tiempo, pero pueden llegar
maravillosos cometas que nos hagan sentir vivos constantemente. Me encantó el
concepto de “cometas”, creo que queda muy bien, ya que tienen la cola encendida,
pasan rapidísimo y casi no llegamos a conocerlos ni a entenderlos cuando ya se
fueron. Ja, ja.
Pero ¿qué más da? En la vida no
tiene caso pedir garantías porque todo funciona siempre a la perfección. Poco a
poco vamos aprendiendo a desmenuzar el sentimiento, a volvernos más prácticos
para reconocer cuando se trata sólo de sexo. Me encanta, ¡qué rico encontrar a
alguien con quien sacar chispas en la cama! Cosa que tampoco se da tan fácil
porque también para eso debe existir cierta química de por medio.
Ahora, si la historia no pasa de
ahí es porque tenían diferente dirección los sueños. ¡Qué rico es disfrutar las
cosas por lo que son sin pretender que sean otra cosa! Este afán de querer
controlar la vida nos hace perder hasta la lívido, este afán de querer
encontrar el amor en cualquier piel que se siente bien, acaba haciéndonos
perder hasta la erección. Ja, ja. ¿Apoco no?
Estás el plena pasión, sudor y
revolcón a gusto y de pronto la mente te traiciona empezando a imaginar: ¿Será
esta la persona de mi vida? ¿Tendremos perro, camioneta y viajaremos juntos por
el mundo? Afortunadamente con la edad aprendes a darle carpetazo a ese tipo de
pensamientos para mejor echarle más leña al fuego. Y es que si se siente bien,
hay que soltarse y aflojarse para que se sienta mejor. ¿O no? Je, je.
Gays o no gays, el amor es el
mismo para todos. Crecimos viendo lo mismo dentro de familias parecidas con
ideas similares. Sólo que algunos
creyeron que para ellos no habría paraíso.
¡Y no exagero! No en balde hasta una novela existió con el nombre de
“Sin tetas no hay paraíso”. A lo que un amigo se reveló haciendo su propia
versión de la novela titulándola: “Sin barbas no hay paraíso”. Ja, ja.
Pero el paraíso al que nos
referimos no es cuestión de tetas ni de barbas, es cuestión de ilusiones, de
permitirnos ser y expresar libremente nuestros sentimientos. A mi que me
perdonen, pero la gente que se hace la fría y calculadora, a la que le choca lo
cursi, que dice que el amor no existe y que lo único que hay es sexo, lo dice
porque no se han permitido sentir lo que llevan dentro (sin albur).
¿Será por miedo, por dolor, por
algún trauma del que quizás ni siquiera estén enterados?
Porque quien siente amor,
descubre que lo hace feliz expresarlo y recibirlo.
Pero me regreso a la química del
enamoramiento, a esos fluidos que primero genera el cerebro para hacernos ver
estrellitas y después nosotros vamos bajando poco a poco por las venas, con los
besos por la piel hasta llegar a intercambiarlos y pasárselos al otro. ¡Qué
rico! Todo en la vida es un intercambio constante. Es la forma de mantener el
equilibrio, es la manera en la que todos podemos recibir lo que queremos cuando
nos abrimos a ello.
¿Qué sería de la Leche Fría si la
dejáramos guardada en el bote o el frasco por mucho tiempo? Pues se nos agria.
Por eso es que hay que servirla, tomarla y convidarla responsablemente. (como
frutas y verduras diariamente).
Lo chistoso es que aún cuando
pasamos un rato enamorados o enculados, como cada quien quiera llamarle, al
poco tiempo se nos olvida la sensación. ¿No les pasa? De pronto yo trato de
imaginar cómo me sentiría si estuviera enamorado de alguien y no lo logro. Me parece lejana la sensación y
el recuerdo. Por eso digo que la vida es sabia, nos hace olvidar lo necesario
para no crearnos adicción.
Porque cada persona es diferente,
cada química es distinta, cada quién tiene su propia marca de Leche Fría. Por
eso no tiene sentido quedarnos con el recuerdo fresco, porque el que sigue
siempre será diferente y si lo comparáramos perdería su encanto.
¡La química del amor llega cuando
tiene que llegar y nos sorprende!
Hay algo que a mucha gente
heterosexual le llama la atención del mundo gay:
que es muy común que mantengamos
una relación de amistad con nuestros “exes”. Y es que la vida no se puede tirar
a la basura, quizás los gays hemos aprendido a darle el lugar adecuado a cada
sentimiento para poder conservar cerca a la gente que queremos, a esa gente que
volvemos nuestra familia porque aunque las cosas hayan cambiado, ya son parte
de nosotros. Ahora, con la la
posibilidad de adoptar, no se si llegue a cambiar esto, esperemos que la
costumbre de mantener a nuestros “exes” cerca cuando se pueda y sea sano, no se
acabe.
Que esa química caliente y
eléctrica que recorre la piel nos alcance muy pronto a todos y sepamos
disfrutarla al máximo.
Alma y corazón a full, cuerpo y
pasión a full, que a la hora de sentir, sólo hay un tipo de personas que suelen
limitarse: los idiotas, los prejuiciosos y los ignorantes, que son los mismos.
Mientras tanto, ¡yo invito una
ronda de Leche Fría ´pa todos! Ja, ja.
¡Va de hidalgo!
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