
Teorías sobre el origen físico de la homosexualidad
Homosexualidad debido a la actividad hormonal
«El investigador inglés D.J.West considera que son tres las
teorías principales sobre el origen físico de la homosexualidad, y refuta las
tres.
La primera de ellas intenta establecer que la conducta
sexual anormal proviene de un desequilibrio de la proporción de hormonas
masculinas y femeninas, presentes ambas en la sangre de los dos sexos. Pero los
test directos efectuados en homosexuales no han arrojado un resultado que
confirme la teoría, es decir, no ha demostrado una deficiente distribución
hormonal. Según comprobaciones del doctor Swyer, en su trabajo "Homosexualidad,
los aspectos endocrinológicos", la medición de niveles hormonales en
homosexuales y heterosexuales no ha revelado diferencias.
Además, si la homosexualidad tuviese un origen hormonal -las
hormonas son segregadas por las glándulas endocrinas-, se la podría curar
mediante inyecciones que devolviesen el equilibrio endocrino. Pero no ha sido
posible, y en su trabajo Testosterona en homosexuales masculinos psicóticos, el
investigador Barahal explica que la suministración de hormonas masculinas a homosexuales
hombres, solamente ha dado como resultado el aumento del deseo que siente el
individuo por el tipo de actividad sexual a que está habituado. En cuanto a los
experimentos efectuados con mujeres, el doctor Foss, en "La influencia de
andrógenos urinarios en la sexualidad de la mujer", dice que las grandes
cantidades de hormonas masculinas administradas a mujeres producen en sí un
notable cambio en dirección a la masculinidad, pero sólo en lo que concierne al
aspecto físico: voz más profunda, barba, disminución de senos, crecimiento del
clítoris, etc.
En cuanto al apetito sexual, aumenta, pero continúa siendo
normalmente femenino, es decir que el objeto de su deseo sigue siendo el
hombre, claro está si no se trata de una mujer ya con costumbres lesbianas. Por
otra parte, en el hombre heterosexual, la administración en cantidad de
hormonas femeninas no despierta deseos homosexuales, sino que redunda en una
disminución de la energía sexual. Todo lo cual indica que la aplicación de
hormonas masculinas a las mujeres y de hormonas femeninas a los hombres no
revela una relación entre el porcentaje de hormonas masculinas y femeninas en
la sangre y los correspondientes deseos sexuales. Se puede aseverar entonces
que la elección del sexo del sujeto amoroso no guarda relación demostrable con
la actividad endocrina, es decir las secreciones hormonales
Intersexualidad
La segunda teoría importante sobre el posible origen físico
de la homosexualidad es, según D.J.West, la referente a la intersexualidad.
Puesto que ha sido imposible comprobar una anormalidad hormonal en los
homosexuales, se ha intentado rastrear otros determinantes físicos, alguna
anomalía desconocida, y determinados investigadores entonces se dieron a la
tarea de encuadrar la homosexualidad como una forma de intersexualidad.
Intersexuales o hermafroditas son aquellos que no pertenecen físicamente por
completo a uno de los sexos, si bien presentan rasgos de ambos. El sexo al que
pertenecerá un individuo se determina en el momento de la concepción, y depende
de la variedad genética a que corresponda el espermatozoide que fecunda al
óvulo. Las causas físicas de la intersexualidad no han sido bien determinadas
aún, por lo común es producida por un trastorno endocrino que se produce
durante el estado fetal. Son varadísimos los grados de intersexualidad, en
algunos las glándulas sexuales internas (ovarios o testículos) y la apariencia
física son contradictorias, en otros las glándulas sexuales internas resultan
mezclas de testículos y ovarios, y en otros los genitales externos pueden
presentar todas las fases intermedias entre los masculinos y los femeninos,
hasta incluso tener pene y útero contemporáneamente.
El investigador T.Lang en Estudios sobre la determinación
genética de la homosexualidad, por ejemplo, aduce que los homosexuales varones
serían genéticamente mujeres cuyos cuerpos han sufrido una completa inversión
sexual en dirección a la masculinidad; para demostrar su hipótesis realizó
encuestas y llegó a la conclusión de que se producen homosexuales varones en
las familias que tenían exceso de hermanos y carencia de hermanas, resultando
así el homosexual varón como un producto intermedio, de compensación no
lograda.
Si bien el dato resulta interesante, la teoría formulada por
Lang se debilita fatalmente al no lograr explicar las características físicas
normales de la gran mayoría, 99 por ciento, de los homosexuales. En esto último
se basa el investigador C.M.B.Pare, Homosexualidad y sexo cromosomático, para
rebatir la teoría de Lang; según Pare, después de aplicar modernos métodos
microscópicos, identificó por igual como biológicamente masculinos a todos los
varones homosexuales examinados en una larga investigación, que incluía varones
homosexuales.
Por otra parte, la teoría de Lang es también refutada por
J.Money en su trabajo Establecimiento del rol sexual, al afirmar que los
intersexuales, a pesar de su apariencia bisexual, no resultan bisexuales
llegado el momento de elegir el objeto de su deseo amoroso; los impulsos
sexuales de estos individuos, dice Money, no siguen la pauta de sus glándulas
sexuales internas, según tengan ovarios, testículos o glándulas mixtas. Los
deseos del intersexual se adaptan a los del sexo en que han sido educados, aún
cuando sus cromosomas y las características dominantes de sus órganos sexuales
externos e internos sean del sexo opuesto. De todo esto se puede deducir que la
heterosexualidad y la homosexualidad, en todos los casos, sea el individuo de
constitución física normal o no, son actividades adquiridas a través de un
condicionamiento psicológico, y no predeterminados por factores externos.
Herencia
La tercera y última teoría sobre el origen físico de la
homosexualidad, de que se ocupa West, es la que propone el factor hereditario.
West señala que pese a la seriedad de los estudios efectuados, entre los que
señala Estudio gemelo comparativo de los aspectos genéticos de la
homosexualidad masculina, de F.J.Kallman, la vaguedad de las evidencias
presentadas no permiten establecer que la homosexualidad sea una característica
constitucional de tipo hereditario.
Teorías del vulgo sobre el origen de la homosexualidad
Después de haber clasificado en tres grupos a las teorías
sobre el origen físico de la homosexualidad, y de haberlas refutado una a una,
el ya citado investigador inglés D.J.West en su obra Psicología y psicoanálisis
de la homosexualidad, también considera que son tres las más generalizadas
interpretaciones del vulgo sobre las causas de la homosexualidad. West hace un
preámbulo señalando como carentes de perspectiva a los teóricos que han tildado
de antinaturales las tendencias homosexuales, a las que han adjudicado, sin
lograr demostrarlo, causas glandulares o hereditarias. Curiosamente, West
contrapone a dichos teóricos, como algo más avanzada, la visión que la Iglesia
ha tenido de este problema. La Iglesia ha catalogado al impulso homosexual simplemente
como uno más de los muchos impulsos "malvados" pero de índole natural
que azotan a las gentes.
Perversión
La psiquiatría moderna en cambio concuerda en reducir al
campo psicológico las causas de la homosexualidad. A pesar de ello, subsisten,
como apunta West, teorías difundidas entre el vulgo, carentes de todo sustento
científico. La primera de las tres sería la teoría de la perversión, según la
cual el individuo adoptaría la homosexualidad como un vicio cualquiera. Pero el
error fundamental estriba en que el vicioso elige deliberadamente la desviación
que más le apetece, mientras que el homosexual no puede desarrollar una
conducta sexual normal aunque se lo proponga, puesto que aún logrando realizar
actos heterosexuales difícilmente eliminará sus más profundos deseos
homosexuales.
Seducción
La segunda teoría conocida entre el vulgo es la de la
seducción. En su trabajo "Comportamiento sexual de jóvenes
criminales", T.Gibbons indaga en la materia, y concuerda con West y otros
investigadores en que si bien un individuo puede haber sentido deseos
homoeróticos -conscientes por primera vez- estimulado por una persona de su
mismo sexo que se propuso seducirlo, dicha seducción -que ocurre casi siempre
en la juventud- puede explicar solamente que se inicie en prácticas
homosexuales; no puede en cambio justificar que el fluir de sus deseos
heterosexuales se detenga.
Un incidente aislado de esa índole no puede explicar la
homosexualidad permanente, la cual en la mayoría de los casos resulta también
exclusiva, es decir no compatible con actividades heterosexuales.
Segregación
La tercera teoría aludida es la de la segregación, según la
cual aquellos jovencitos criados entre varones solos, sin contacto con mujeres,
o viceversa, mujeres criadas sin contacto con varones, iniciarían prácticas
sexuales entre sí que los marcarían para siempre. S.Lewis, en su obra
Sorprendido por la alegría, aclara que, por ejemplo, los escolares pupilos
tendrán probablemente sus primeras experiencias sexuales con otros varones,
pero la frecuencia de las prácticas homosexuales en los pensionados está más
vinculada con la imperiosa necesidad de una descarga sexual que con la libre
elección de su objeto amoroso.
West agrega que la sola falta de contacto psicológico con el
sexo femenino, ocasionado por la segregación total que comporta un internado o
por la segregación simplemente espiritual de ciertos hogares, puede resultar un
determinante de homosexualidad más importante que la realización de juegos
sexuales en los colegios de alumnos internos.
Libido y sociedad
El psicoanálisis, cuya característica principal es el sondeo
de la memoria para despertar los recuerdos infantiles, precisamente sostiene
que las peculiaridades sexuales tienen su origen en la infancia. En La
interpretación de los sueños, Freud postula que los conflictos sexuales y
amorosos están en la base de casi todas las neurosis personales: solucionados
los problemas de la alimentación y del reparo de la intemperie -techo y ropas-,
para el hombre surge la emergencia de su satisfacción sexual y afectiva. A esa
apetencia combinada la denomina libido, y la misma se haría sentir desde la
infancia. Freud y sus seguidores sostienen que las manifestaciones de la libido
son muy variadas, pero que las reglas de la sociedad obligan a vigilarlas en un
constante acecho, sobre todo para preservar la base del conglomerado social: la
familia. Las dos manifestaciones más inconvenientes de la libido resultarían
por lo tanto los deseos incestuosos y los homosexuales.
Los seguidores de Freud se han interesado vivamente por las
tribulaciones que el individuo ha debido sufrir a lo largo de la historia para
aprender a reprimirse y así adecuarse a las exigencias sociales de cada época,
puesto que sería imposible acatar las normas sociales sin reprimir muchos de
los propios impulsos instintivos. La pareja matrimonial legítima, como ideal
propuesto por la sociedad, no resultaría necesariamente el ideal de todos, y
los excluidos no hallarían otra salida que reprimir y ocultar sus tendencias
socialmente indeseables.
La libido infantil
Anna Freud, en Psicoanálisis del niño, señala como forma
neurótica más generalizada la del individuo que al tratar de controlar
completamente todos sus deseos sexuales prohibidos, e incluso eliminarlos -en
vez de catalogarlos como inconvenientes socialmente pero naturales-, reprime
demasiado, y se vuelve incapaz de disfrutar en toda circunstancia relaciones
desinhibidas con otra persona. Es así que un individuo puede perder control de
sus facultades autorrepresoras y llegar a extremos como la impotencia, la
frigidez y los sentimientos de culpa obsesivos.
El psicoanálisis señala también la siguiente paradoja: es
generalmente el desarrollo precoz de la inteligencia y la sensibilidad en los
niños, lo que puede inducirlos a una actividad represiva demasiado fuerte. Está
comprobado que el niño posee libido desde que tiene vida, y claro está, la
manifiesta sin la discriminación adulta. Se encariña con toda persona que lo
cuida y disfruta en sus juegos con su propio cuerpo y con el cuerpo de otras
personas. Pero en nuestra cultura -agrega Anna Freud- se castigan muy pronto
estas manifestaciones y el niño adquiere un sentimiento de vergüenza. Desde sus
primeros actos conscientes hasta la pubertad pasa por el período de latencia.
Complejo no resuelto
Los freudianos ortodoxos, así como los disidentes sostienen
que las primeras manifestaciones de la libido infantil son de carácter
bisexual. Pero a partir de los cinco años ya se aprecian las diferencias
sexuales, el niño advierte la diferencia del cuerpo de su madre, además se le
comienza a decir que cuando crezca será como su padre, pero que por el momento
no debe aspirar a ser el primero en los afectos de su madre, es su padre quien
ocupa ese lugar privilegiado. El problema de cómo sofocar los celos que el
padre le suscita, en general queda liberado enteramente a la habilidad del
niño, el cual se verá entorpecido en la empresa, una vez más, si su
sensibilidad muy desarrollada le demanda protección y cariño, y especialmente
si su inteligencia le permite captar el triángulo amoroso en que se encuentra
encerrado: concientizar la situación le duplicará las dificultades.
Durante esa etapa del desarrollo, según el psicoanálisis, el
niño -o la niña, en tensión de rivalidad directa con su madre-, atravieso el
dificultoso tramo edípico, llamado así por el héroe griego Edipo, que mató a su
padre sin saber quién era, para casarse con su madre, a la que también
desconocía: enterado de su crimen Edipo se arrancó los ojos como holocausto a
su culpa [Ver documento: Diccionario de Complejos:Complejo de Edipo]. Freud,en
Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad asegura que en los niños es
recurrente la fantasía incestuosa de expulsar y sustituir al progenitor rival,
es decir el padre para el niño, y la madre para la niña, pero esas ideas
suscitan intensa culpa y temor al castigo.
La consecuencia es que el niño o la niña sufren tanto con el
conflicto que mediante un esfuerzo inconsciente muy penoso logran reprimirlo, o
disfrazarlo ante los ojos de la conciencia. El conflicto se resuelve durante la
adolescencia, cuando la adolescente o el adolescente logran traspasar sus
cargas afectivas del progenitor o la progenitora a un muchacho o muchacha de su
edad respectivamente. Pero quienes han desarrollado una relación muy estrecha
con el progenitor del sexo opuesto -y su correspondiente e ineludible
sentimiento de culpa, o técnicamente complejo de Edipo-, se verán en peligro de
proseguir toda su existencia con una sensación de incomodidad ante cualquier
experiencia sexual, puesto que inconscientemente la asociarán con sus culposos
deseos de incesto allá en la infancia.
El desenlace, cuando la neurosis se afianza, no siempre es
el mismo, para el hombre se abre la posibilidad de la impotencia, el trato
exclusivo con prostitutas -mujeres que de alguna manera no se parecen a su
madre-, o más aún, la posibilidad de responder sexualmente sólo a otros
hombres. Para las mujeres la salida al conflicto no resuelto son principalmente
la frigidez y el lesbianismo.
Identificación con la madre
En su Teoría psicoanalítica de la neurosis, O. Fenichel
afirma que la probabilidad de orientación homosexual es tanto mayor cuanto más
se identifique el niño con la madre. Esta situación se produce especialmente
cuando el padre está ausente totalmente del cuadro familiar, como en los casos
de muerte o divorcio, o cuando la figura del padre si bien presente resulta
repulsiva por algún motivo grave, como el alcoholismo [Ver documento: Breve
guía hacia Alcohólicos Anónimos], la excesiva severidad o la violencia extrema
del carácter.
El niño necesita un héroe adulto que le sirva como modelo de
conducta, mediante la identificación, el niño irá absorbiendo las
características de conducta de sus padres, y aunque de cierta manera se rebele
a obedecer sus órdenes, inconscientemente incorporará costumbres y aún manías
de sus progenitores, perpetuando los rasgos culturales de la sociedad en que
vive. Una vez identificado con su padre, sigue Fenichel, el niño adopta la
visión masculina del mundo, y en nuestra sociedad, la occidental, esa visión
tiene un componente de agresividad -un rastro de su antes discutida condición
de amo- que ayuda al niño a imponer su nueva presencia. Por el contrario, el
niño que está adoptando como modelo la figura materna y no encuentra a tiempo
una figura masculina que contrarreste la fascinación materna, será socialmente
menospreciado por sus rasgos afeminados, ya que no ostenta la rudeza propia de
un muchachito normal.
Narcisismo
Freud, al respecto, comenta en su obra De la transformación
de los instintos que en el varón homosexual, la más completa masculinidad
mental puede a veces combinarse con la total inversión sexual, entendiendo por
masculinidad mental rasgos como el valor, el espíritu de aventura y
experimentación, y la dignidad. Pero en su obra posterior Una introducción al
narcisismo, elabora una teoría según la cual el varón homosexual empezaría una
efímera fijación materna, para finalmente identificarse él mismo como mujer. Si
el objeto de sus deseos pasa a ser un joven, es porque su madre lo amó a él,
que era un joven. O porque él querría que su madre lo hubiese amado así. En fin
de cuentas, el objeto de su deseo sexual es su propia imagen.
Para Freud entonces tanto el mito de Edipo como el de
Narciso son componentes del conflicto original que da origen a la
homosexualidad. Pero de todas las observaciones de Freud sobre la
homosexualidad, ésta ha sido la más atacada, objetándosele principalmente que
los homosexuales cuya identificación es altamente femenina sienten como deseo
sexual a tipos muy masculinos, o de edad pronunciadamente mayor.
Etapa anal de la libido
Por otra parte, Freud, en la obra citada en primer término,
habla del desarrollo de la sensibilidad erótica y da otras pistas sobre las
génesis de la homosexualidad. Afirma que el comienzo de la libido en los bebés
es de un carácter marcadamente difuso, y que de allí hasta lograr la educación
de su deseo y hacer que recaiga sobre una persona del sexo opuesto con quien el
placer se logrará mediante la unión genital, deberá pasar por otras etapas.
La primera es la
oral, en que el placer sólo deriva de los contactos bucales, tales como la
succión.
Después viene la
etapa anal, en que el niño deriva su satisfacción de los movimientos de sus
intestinos.
La última y
definitiva es la fase genital. Freud la considera como la única forma madura de
sexualidad, afirmación que años más tarde sería frontalmente atacada por
Marcuse.
El mismo Freud amplió estos comentarios en Carácter y
erotismo anal, donde elabora la teoría siguiente: ciertos tipos anormales de
personalidad, cuyos rasgos predominantes son la avaricia y la obsesión por el
orden, pueden estar influido por deseos anales reprimidos. El placer que deriva
la acumulación de bienes puede provenir de la nostalgia inconsciente por el placer
que sintieron cuando pequeños al retener -cosa muy frecuente en los niños- las
heces.
Por otro lado, la obsesión por el orden y la limpieza sería
la contraparte de la culpa que han sentido por su impulso a jugar con heces. En
cuanto al rol que pueda jugar la fijación anal en el desarrollo de la
homosexualidad, Freud afirma que además de los influjos ya enumerados -Edipo,
Narciso-, hay que tener en cuenta que todos esos impedimentos determinan una
interrupción en el desarrollo del niño, una inhibición afectiva que acarrea la
fijación en la fase anal, sin posibilidad de acceder a la fase final, o sea la
genital.
A esta aseveración, West responde que los homosexuales, al
sentir prohibido el camino que conduce a las relaciones genitales normales, se
ven obligados a experimentar con zonas eróticas extragenitales, y en la sodomía
encuentran -después de una adecuación progresiva- un tipo de gratificación
mecánicamente directa, pero no exclusiva.
West agrega que el hombre que practica la sodomía no está
necesariamente fijado en la fase anal, así como el heterosexual que besa a su
amiga no está necesariamente fijado en la fase oral. Por último señala que la
sodomía no es un fenómeno exclusivamente homosexual, ya que lo practican
también las parejas heterosexuales, mientras que individuos de "carácter
anal" ( o sea, avaros, obsesos por la limpieza y el orden, etc.) no
sienten necesariamente inclinaciones a la homosexualidad.
Represión contra mutabilidad
En Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad, Freud
señala que la represión, en términos generales, proviene de la imposición de
dominación de un individuo sobre otros, siendo ese primer individuo no otro que
el padre. A partir de tal dominación, se establece la forma patriarcal de la
sociedad, basada en la inferioridad de la mujer y en la fuerte represión de la
sexualidad. Además, Freud asocia su tesis de la autoridad patriarcal con el
auge de la religión, y en particular con el triunfo del monoteísmo [Ver
documento: Diccionario de términos religiosos: Monoteísmo] en occidente. Por
otra parte, Freud se preocupa especialmente por la represión sexual, puesto que
considera los impulsos naturales del ser humano como mucho más complejos de lo
que la sociedad patriarcal admite: dada la capacidad indiferenciada de los
bebés para obtener placer sexual de todas las partes de su cuerpo, Freud los
califica de "perversos polimorfos". Como parte de este concepto,
Freud también cree en la naturaleza especialmente bisexual de nuestro impulso
sexual original.
En la misma línea de pensamiento, y en lo referente a la
represión primera, Otto Rank considera el desarrollo que va de la dominación
paterna hasta llegar a un poderoso sistema estatal administrado por el hombre,
como una prolongación de dicha represión primera, cuyo propósito es la cada vez
mayor exclusión de la mujer. Por su parte. Dennis Altman, en su obra
Homosexual, opresión y liberación, hablando de la represión sexual en lo
específico, la relaciona con la necesidad, en el comienzo de la humanidad, de
producir una gran cantidad de hijos para fines económicos y de defensa.
A propósito del mismo asunto, en El sexo en la historia, el
antropólogo británico Rattray Taylor señala que a partir del siglo IV, antes de
Cristo, en el mundo clásico se verifica una represión creciente de la
sexualidad y un desarrollo del sentimiento de culpa, factores que facilitaron
el triunfo del concepto hebreo, más represivo del sexo, sobre el concepto
griego. Según los griegos, la naturaleza sexual de todo ser humano contenía
elementos tanto homosexuales como heterosexuales.
Volviendo a Altman, en su obra ya citada expresa que las
sociedades occidentales se especializan en la represión de la sexualidad,
represión legitimizada por la tradición religiosa judeo-cristiana. Dicha
represión se expresa de tres modos interrelacionados: asociando sexo con:
Pecado y su
consiguiente sentido de culpa;
La institución
familiar y la procreación de hijos, como única justificación;
Rechazo de todo lo
que no sea sexualidad genital y heterosexual.
Más adelante agrega que los "libertarios"
tradicionales de la represión sexual luchan por cambiar los dos primeros puntos
pero olvidan el tercero. Un ejemplo de ello sería Wilhelm Reich con su libro La
función del orgasmo, cuando afirma que la liberación sexual está radicada en el
orgasmo perfecto, el cual sólo se podríaobtener mediante el acoplamiento
genital heterosexual de dos individuos pertenecientes a la misma generación. Y
es bajo la influencia de Reich que otros investigadores habrían desarrollado su
desconfianza de la homosexualidad y los anticonceptivos, ya que dificultarían
el logro del orgasmo perfecto y por lo tanto serían contrarios a la total
"libertad" sexual.
Sobre la liberación sexual, Herbert Marcuse en Eros y
civilización aclara que la misma implica más que la mera ausencia de opresión,
la liberación requiere de una nueva moralidad y una revisión de la noción de
"naturaleza humana". Y después agrega que toda teoría real de
liberación sexual debería tomar en cuenta las necesidades esencialmente
polimorfas del ser humano. Según Marcuse, en desafío a una sociedad que emplea
la sexualidad comoun medio para un fin útil, las perversiones sustentan la
sexualidad como un fin en sí mismo; por lo tanto se colocan fuera de la órbita
de férreo principio de "performance" -término técnico tal vez
traducible como "rendimiento"-, o sea uno de los principales
represores básicos para la organización del capitalismo, y así cuestionan sin
proponérselo los fundamentos mismos de este último.
Comentando este punto del razonamiento marcusiano, Altman
agrega que cuando la homosexualidad se vuelve exclusiva y establece sus propias
normas económicas dejando de apuntar críticamente a las formas convencionales de
los homosexuales para, en cambio, intentar una copia de éstos, se vuelve una
forma de represión tan grande como la heterosexualidad exclusiva. Y más
adelante, comentando a otro freudiano radical como Marcuse, Norman O. Brown, y
a Marcuse mismo, Altman infiere que en última instancia lo que concebimos como
"naturaleza humana" es tan sólo lo que ha resultado de ella después
de siglos de represión, razonamiento que implica, y en ello concuerdan Marcuse
y Brown, la mutabilidad esencial de la naturaleza humana.
Canalización de la energía sexual
Como una variante del concepto de represión, Freud introdujo
el término "sublimación", entendiendo por ello la operación mental
mediante la cual se canalizan los impulsos libidinosos inconvenientes. Los
canales de la sublimación serían cualquier actividad -artística, deportiva,
laboral- que permitieran el empleo de esa energía sexual, excesiva según los
cánones de nuestra sociedad. Freud hace una diferencia fundamental entre
represión y sublimación al considerar que esta última puede ser saludable, ya
que resulta indispensable para el mantenimiento de una comunidad civilizada.
Esta posición ha sido atacada por Norman O.Brown, autor de
Vida contra muerte, quien en cambio propicia un regreso a esa "perversión
polimorfa" de los bebés descubierta por Freud, lo cual no implica una
eliminación total de la represión. Una de las razones que aducía Freud en su
defensa de una represión parcial, era la necesidad de sujetar los impulsos
destructivos del hombre, pero tanto Brown como Marcuse refutan este argumento
al sostener que los impulsos agresivos no existen como tales si los impulsos de
la libido -preexistentes- hallan su modo de realización, es decir, su
satisfacción.
La crítica que ha recibido Brown a su vez, parte de la suposición
de que una humanidad sin diques de contención, es decir de represión, no podría
organizar ninguna forma de actividad permanente. Es entonces que Marcuse
interviene con su concepto de "surplus repression", designando estos
términos aquella parte de la represión sexual creada para mantener el poderío
de la clase dominante, pese a no resultar imprescindible para mantener una
sociedad organizada que atienda a las necesidades humanas de todos sus
componentes. Por lo tanto, el avance principal que supondría Marcuse con
respecto a Freud, consistiría en que éste toleraba cierto tipo de represión por
el hecho de preservar la sociedad contemporánea, mientras que Marcuse considera
fundamental el cambio de la sociedad, sobre la base de una evolución que tenga
en cuenta los impulsos sexuales originales.
Ésa sería la base de la acusación que representantes de las
nuevas tendencias psiquiátricas formulan a los psicoanalistas ortodoxos
freudianos, acusación según la cual estos últimos habrían buscado -con una impunidad
que se agrietó notablemente a fines de los años sesenta-, que sus pacientes
asumiesen todo conflicto personal para facilitarles la adaptación a la sociedad
represiva en que vivían, no para que advirtieran la necesidad de cambiar dicha
sociedad.
En El hombre unidimensional, Marcuse afirma que
originalmente el instinto sexual no tenía limitaciones temporales y espaciales
de sujeto y objeto, puesto que la sexualidad es por naturaleza "perversa
polimorfa". Yendo aún más allá, Marcuse da como ejemplo de "surplus
repression" no solamente nuestra total concentración en la copulación
genital sino también fenómenos como la represión del olfato y el gusto en la
vida sexual.
Por su parte, Dennis Altman, comentando favorablemente en su
libro ya citado estas afirmaciones de Marcuse, agrega que la liberación no
debería solamente eliminar la contención sexual, sino también proporcionar la
posibilidad práctica de realizar esos deseos. Además sostiene que sólo
recientemente hemos advertido que mucho de lo que se consideraba normal e
instintivo, especialmente en la estructuración familiar y en las relaciones
sexuales, es en cambio aprendido, por lo cual sería necesario desaprender mucho
de lo que hasta ahora se ha considerado natural, incluso actitudes competitivas
y agresivas fuera del campo de la sexualidad. Y dentro de la misma línea, la
teórica de la liberación femenina Kate Millet dice en su libro Política sexual
que el propósito de la revolución sexual debería ser una libertad sin
hipocresías, no corrompida por las explotadoras bases económicas de las
alianzas sexuales matrimoniales, es decir, el matrimonio.
Además, Marcuse propicia no sólo un libre fluir de la
libido, sino también la transformación de la misma: o sea el paso, de una
sexualidad circunscripta a la supremacía genital, a una erotización de la
entera personalidad. Se refiere entonces a una expansión más que a una
explosión de la libido, una expansión que llegue a cubrir otras áreas de las
actividades humanas, privadas y sociales, por ejemplo las laborales. Agrega que
la entera fuerza de la moralidad civil fue movilizada contra el uso del cuerpo
como mero objeto, medio e instrumento de placer, ya que esa cosificación fue
considerada tabú y relegada a despreciable privilegio de prostitutas, degenerados
y pervertidos.
Al margen de esa posición, J.C.Unwin, autor de Sexo y
cultura, después de estudiar las regulaciones maritales de 80 sociedades no
civilizadas, parece apoyar la suposición muy generalizada de que la libertad
sexual conduce a la decadencia social, ya que, según el psicoanalista ortodoxo,
si el individuo no sucumbe a la neurosis, la continencia sexual impuesta puede
ayudar a canalizar las energías por vías socialmente útiles. Unwin concluyó de
su exhaustivo estudio que el establecimiento de las primeras bases de una
sociedad organizada, su posterior desarrollo y su apropiación de terrenos
vecinos, o sea las características históricas de toda sociedad pujante, se dan
solamente a partir del momento en que se implanta la represión sexual.
Mientras que las sociedades donde se permiten relaciones
sexuales libres -prenupciales, extraconyugales y homosexuales- permanecen en un
subdesarrollo casi animal. Pero al mismo tiempo, Unwin dice que las sociedades
estrictamente monógamas y fuertemente represivas, no logran sobrevivir mucho
tiempo, y si lo logran en parte, es mediante el sometimiento moral y material
de la mujer. Por lo tanto, Unwin expresa que entre la angustia suicida que
provoca minimizar las necesidades sexuales y el extremo opuesto del desorden
social por incontinencia sexual, debería hallarse una vía razonable que
constituyera la solución del grave problema. O sea la eliminación de la
"surplus repression" de que habla Marcuse.
Tolerancia
En una encuesta citada por el sociólogo J.L.Simmons en su
libro Desviaciones, se establece que los homosexuales son objeto de un rechazo
considerablemente mayor por parte de la gente que los alcohólicos, jugadores
compulsivos, ex presidiarios y ex enfermos mentales
En Hombre, moral y sociedad, J.C.Flugel dice al respecto que
quienes en la infancia se han identificado a fondo con figuras paternas o
maternas de conducta muy severa, al crecer abrazarán causas conservadoras y les
fascinará un régimen autoritario.
Cuanto más autoritario el líder más confianza les
despertará, y se sentirán patrióticos y muy leales al luchar por el
mantenimiento de las tradiciones y las distinciones de clase, así como de los
sistemas educacionales de rígida disciplina y de las instituciones religiosas,
mientras que condenarán sin piedad a los anormales sexuales. En cambio,
aquellos que en la infancia de algún modo rechazaron - a nivel inconsciente,
emotivo o racional- dichas reglas de conducta de los padres, favorecerán las
causas radicales, repudiarán las distinciones de clase y comprenderán a quienes
tienen inclinaciones poco convencionales, por ejemplo, los homosexuales.
Por su parte, Freud en Carta a una madre norteamericana,
dice que la homosexualidad si bien no es una ventana tampoco debe considerarse
motivo de vergüenza, ya que no es un vicio ni una degradación, ni siquiera una
enfermedad; tan solo resulta una variante de las funciones sexuales producida
por un determinado detenimiento del desarrollo sexual. En efecto, Freud juzga
que la superación de la etapa de "perversión polimorfa" del niño- en
la que están involucrados impulsos bisexuales-, debido a presiones
socioculturales, es un signo de madurez.
En esto disienten algunas escuelas actuales del
psicoanálisis, las cuales entrevén en la represión de la "perversión polimorfa"
una de las razones principales de la deformación del carácter, sobre todo la
hipertrofia de la agresividad. En cuanto a la homosexualidad misma, Marcuse
señala que la función social delhomosexual es análoga a la del filósofo
crítico, ya que su sola presencia resulta un señalador constante de la parte
reprimida de la sociedad.
Sobre la represión de la perversidad polimorfa en Occidente,
Dennis Altman, en su libro ya citado, dice que los dos componentes principales
de dicha represión son por un lado la eliminación de lo erótico de todas las
actividades humanas que no sean definidamente sexuales, y por otro lado la
negación de la inherente bisexualidad del ser humano: la sociedad asume sin
detenerse en reflexión alguna, que la heterosexualidad es la sexualidad normal.
Altman observa que la represión de la bisexualidad se lleva
a cabo mediante la implantación forzada de conceptos histórico-culturales
prestigiosos de "masculinidad" y "feminidad", los cuales
logran sofocar los impulsos de nuestro inconsciente y aparecer en la conciencia
como única forma de conducta, al mismo tiempo que logran mantener a lo largo de
siglos la supremacía masculina. En otras palabras, roles sexuales claramente
delineados que se van aprendiendo desde niños. Además, sigue Altman, ser macho
o hembra queda establecido, ante todo, a través del otro: los hombres sienten
que su masculinidad depende de su capacidad de conquistar mujeres, y las
mujeres sienten que su realización puede solamente obtenerse ligándose a un
hombre.
Por otra parte, Altman y la escuela marcusiana concedan el
estereotipo del hombre fuerte que se les presenta a los varones como modelo más
deseable a emular, ya que dicho estereotipo propone tácitamente la afirmación
de la masculinidad mediante la violencia, lo cual explica la vigencia constante
del síndrome agres ivo en el mundo.
Por último, Altman señala la falta de forma alguna de
identidad para el bisexual en la sociedad actual, y las presiones que sufre de
ambos lados, puesto que la bisexualidad amenaza tanto alas formas aburguesadas
de vida homosexual exclusiva como a los heterosexuales, y esta característica
explicaría el por qué la bisexualidad asumida es tan poco común.
Y en cuanto al conveniente, pero solo ideal- hasta hace
pocos años-, paralelismo entre las luchas de liberación de clases y las de
liberación sexual, Altman recuerda que a pesar de los desvelos de Lenin a favor
de la libertad sexual en la URSS, por ejemplo el rechazo de legislación
anti-homosexual, estas leyes fueron reintroducidas en 1934 por Stalin, y el
prejuicio contra la homosexualidad como una "degeneración burguesa"
se afianzó así en casi todos los partidos comunistas del mundo.
En otros términos comenta Theodore Roszak, en su obra El
nacimiento de una contracultura, el movimiento de liberación sexual. Allí
expresa que la mujer más necesitada, y desesperadamente, de liberación, es la
"mujer" que cada hombre lleva encerrada en los calabozos de su propia
psiquis. Roszak señala que sería ésa y no otra la siguiente forma de represión
que es preciso eliminar, y lo mismo en lo que respecta al hombre maniatado que
hay dentro de toda mujer. Y Roszak no duda de que todo ello significaría la más
cataclismática reinterpretación de la vida sexual en la historia de la
humanidad, ya que replantearía todo lo concerniente a los roles sexuales y al
concepto de normalidad sexual vigente en la actualidad.
Sexualidad y
revolución
La calificación de perversidad polimorfa que Freud da a la
libido infantil-referida a la indiscriminación del bebé para gozar de su cuerpo
y del de los demás- es también aceptada por estudiosos de más recientes
promociones como Norman O. Brown y Herbert Marcuse. La diferencia de éstos con
Freud, ya apuntada, consiste en que Freud considera positivo que la libido se
sublimice en parte y se canalice exclusivamente por vías exclusivamente heterosexuales,
y definidamente genitales, mientras que los pensadores más recientes consideran
y hasta propician un regreso a la perversidad polimorfa y a la erotización más
allá de la sexualidad meramente genital.
De todos modos, la civilización occidental, afirma Fenichel,
impone a la niña o al niño los modelos de su madre o su padre, respectivamente,
como únicas identidades sexuales posibles. La probabilidad de orientación
homosexual, según Fenichel, es tanto mayor cuanto más se identifique la
criatura con el progenitor del sexo opuesto, en vez de acontecer lo común. La
niña que no halla satisfactorio el modelo propuesto por su madre, y el niño que
no halla satisfactorio el modelo propuesto por su padre, estarían entonces
expuestos a la homosexualidad.
Aquí es conveniente señalar los trabajos recientes de la
doctora danesa Anneli Taube, como Sexualidad y revolución, donde expresa que el
rechazo que un niño puede experimentar con respecto a un padre opresor -símbolo
de la actitud masculina autoritaria y violenta-, es de naturaleza consciente.
El niño, en el momento que decide no adherirse al mundo que le propone ese
padre -la práctica con armas, los deportes violentamente competitivos, el
desprecio de la sensibilidad como atributo femenino, etc., está tomando una
determinación libre, y más aún, revolucionaria, puesto que rechaza el rol de
más fuerte, del explotador. Ahora bien, ese niño no podrá vislumbrar en cambio
que la civilización occidental, aparte del mundo del padre, no le proporcionará
otro modelo de conducta, en esos primeros años peligrosamente decisivos-de los
3 a los 5 años sobre todo- que el de su madre. El mundo de la madre-la ternura,
la tolerancia, las artes- le resultará mucho más atractivo, sobretodo por la
ausencia de agresividad; pero el mundo de su madre, y aquí es donde la
intuición del niño fallaría, es también el de la sumisión, puesto que ella
forma pareja con un hombre autoritario, el cual sólo concibe la unión conyugal
como una subordinación de la mujer al hombre. En el caso de la niña que decide
no adherirse al mundo de la madre, la actitud se debe en cambio a que rechaza
el rol de la sometida, porque lo intuye humillante y antinatural, sin imaginar
que excluido ese rol, la civilización occidental no le propondrá otro que el de
opresor. Pero el acto de rebelión de esa niña y ese niño resultaría una muestra
de valentía y dignidad indiscutible.
La doctora Taube se pregunta por otra parte, por qué este
desenlace no es más corriente aún, siendo la pareja occidental, en general, un
exponente de explotación. Aquí introduce dos elementos que juegan como
amortiguadores: el primero se presentaría cuando en un hogar la esposa es-por
falta de educación, de inteligencia, etc.-realmente inferior al esposo, lo cual
haría parecer mas justificable la autoridad incontestada de aquél; el segundo
elemento estaría constituido por el tardío desarrollo de la inteligencia y
sensibilidad del niño o niña, lo cual no le permitiría captar la situación. En
esta observación está implícito que si por el contrario en un hogar el padre es
muy primitivo y la madre muy refinada pero sometida, el niño muy sensible y
precozmente inteligente casi por fuerza elegirá el modelo materno. Y
respectivamente, la niña lo rechazará por arbitrario.
En cuanto al interrogante de por qué en un mismo hogar se
dan hijos homosexuales y heterosexuales, la doctora Taube dice que en toda
célula social se tiende al reparto de roles, y así resultaría que uno de los
hijos se haría cargo del conflicto de los padres y dejaría a los hermanos dentro
de un cuadro ya algo neutralizado.
Ahora bien la doctora Taube, después de valorizar el motor
primero de la homosexualidad y señalar su característica de inconformismo
revolucionario, observa que la ausencia de otros modelos de conducta - y en
esto coincide con Altman y su tesis sobre lo poco común de la práctica bisexual
en razón de la falta de modelos de conducta bisexual a la vista - hace que el
futuro homosexual varón, por ejemplo, después de rechazar los defectos del
padre represor, se sienta angustiado por la necesidad de identificación con
alguna forma de conducta y "aprenda" a ser sometido como su madre. El
proceso de la niña sería el mismo, reniega de la explotación y por eso odia ser
como su madre sometida, pero las presiones sociales hacen que poco a poco
"aprenda" otro rol, el de su padre represor.
Desde los 5 años hasta la adolescencia se produce en estos
niños y niñas "diferentes" un oscilar de su bisexualidad original.
Pero, por ejemplo, la niña "masculinizada" por su identificación con
el padre, aunque se sienta atraída sexualmente por un varón, no aceptará el rol
de muñeca pasiva que le impondrá un varón convencional, se sentirá incómoda y
cultivará como único modo de superar su angustia, un rol diferente que sólo
admitirá juego con mujeres; en cuanto al niño "feminizado" por su
identificación con la madre, aunque se sienta sexualmente atraído por una niña,
no aceptará el rol de asaltante intrépido que le impondrá una hembra
convencional, se sentirá incómodo y cultivará un rol diferente que sólo
admitirá juego con hombres.
Anneli Taube interpreta así la actitud imitativa practicada
hasta hace poco por los homosexuales en alto porcentaje, actitud imitativa ante
todo de los defectos de la heterosexualidad. Era característica de los
homosexuales varones el espíritu sumiso, conservador, amante a toda costa de la
paz, sobre todo a coste de la perpetuación de su propia marginación, mientras
que era característica de las mujeres homosexuales su espíritu anárquico,
violentamente disconforme, aunque básicamente desorganizado. Pero ambas
actitudes resultaban no deliberadas, sino compulsivas, impuestas por un lento
lavado cerebral en el que intervenían los modelos de conducta heterosexual
burgueses, durante infancia y adolescencia, y posteriormente, al asumir la
homosexualidad, los modelos "burgueses" de homosexualidad.
Este prejuicio, u observación justa, sobre los homosexuales,
hizo que se los marginara en movimientos de liberación de clases y en general
en toda acción política. Es notorio la desconfianza de los países socialistas
por los homosexuales. Mucho de esto - afortunadamente, acota la doctora Taube
-, empezó a cambiar en la década de los sesenta, con la irrupción del
movimiento de liberación femenina, ya que el consiguiente enjuiciamiento de los
roles "hombre fuerte" y "mujer débil" desprestigió ante los
ojos de los marginados sexuales esos modelos tan inalcanzables como tenazmente
imitados.
La posterior formación de frentes de liberación homosexual
sería una prueba de ello.
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