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domingo, 5 de agosto de 2012

Historia de la Homosexualidad Parte 3





La Reforma Protestante y las Guerras de Religión


Cuando la Reforma Protestante se hace patente, al filo de los siglos XVI y XVII, Martín Lutero no falta en acusar al clero católico de caer en la sodomía en su "Advertencia a los queridos Alemanes", publicada en 1531. La sospecha de homosexualidad es empleada para desacreditar a sus oponentes, a imagen y semejanza de los Cátaros o de los Templarios, que fueron objetos de semejantes acusaciones siglos atrás, así como el Papa Bonifacio VIII, a quien el rey Felipe IV "el Hermoso" de Francia hizo pasar por hereje y sodomita, los protestantes ingleses que desacreditaban a los papistas en referencia al celibato de los religiosos, o el ginebrino Théodore de Bèze, contra el cual es llevada a cabo una campaña difamatoria por parte de los católicos basándose en sus poemas de juventud para reprocharle una supuesta homosexualidad.
En la misma época, en 1532, el emperador Carlos V promulga el primer código penal del Santo Imperio Romano-Germánico, en el cual el artículo 116 estipula que todos aquellos que "caen en la lujuria", humano con animal, hombre con hombre, mujer con mujer, debían ser quemados, mientras en los Países-Bajos los protestantes también condenan la sodomía con la pena capital. En la ciudad de Calvino, Ginebra, los "actos contra-natura" son severamente reprimidos: en 1555 y en 1670, en la Roma protestante, se censa muchas ejecuciones de hombres y mujeres por este motivo, mediante decapitación, ahorcamiento o ahogamiento.






 


Enrique III, rey de Francia (1551-1589)


Las guerras de religión devastan a Europa. Enrique III, rey de Francia (1551-1589), que reina a partir de 1574, intenta durante un tiempo conciliar católicos y protestantes mediante una política de tolerancia, pero sin éxito. Esto no le impedirá llevar, sin restricciones, una vida privada harto escandalosa y de hacer pública su homofilia de manera descarada. Incapaz de proporcionar un heredero al trono, rodeado por una corte de "mignons" (hermosos) que suscitan todo tipo de comentarios jocosos, no da la imagen del rey esperado por sus súbditos. Pierre de L'Estoile, redactor del "Diario para el reinado de Enrique III" (1576), describe a sus favoritos que no hacen más que soliviantar e indignar al pueblo y a las altas esferas del Poder: "el nombre de mignons empezó en aquel tiempo a ir de boca en boca del pueblo, a los que resultaban odiosos tanto por sus maneras altaneras, como por sus maquillajes y vestimentas afeminadas e impúdicas, pero sobretodo por los favores, las prebendas y las liberalidades de las cuales eran objetos de manos del rey, teniendo a éstos el pueblo como causa principal de su ruina (...) Esos bellos mignons llevaban sus cabellos rizados y re-rizados artificialmente, y cubiertos por pequeños bonetes de terciopelo, como hacen las putas de la ciudad de Burdeos. (...) Sus ejercicios consistían en jugar, blasfemar, saltar, danzar, querellar y emborracharse, y seguir al rey en todos sus desplazamientos, y hacer y decir nada más que cosas que agradasen a los oídos del rey."
En la aristocracia, como en toda posición dominante, las relaciones homosexuales podían ser toleradas en el marco de una sexualidad en la cual el señor escogía a su compañero, chica o chico, con exigencia de que este último se pareciera al sexo débil y que fuera dominado tanto social como físicamente por el señor. Así, jóvenes prostitutos, pajes, lacayos, ayudas de cámara o aprendices eran a menudo objeto del deseo y placer de los señores, de los maestros artesanos, de los miembros del clero o de los artistas. Hay que revelar también que las relaciones sexuales entre jóvenes, aprendices, monjes o criados, eran frecuentes y posibles gracias a una certera promiscuidad, marcada por la dificultad de acceder a las mujeres antes del matrimonio.


La Incansable caza a los sodomitas


Queda, de todos modos, muy patente que las pulsiones homosexuales, tanto en su expresión artística como en lo cotidiano de ciudades y provincias, son confinadas al secreto y nunca deben ser mencionadas, a riesgo de exponerse a sanciones penales. La sociedad cristiana y patriarcal no puede, en efecto, tolerar que se intente poner en duda los valores sobre los cuales descansa. La caza a los sodomitas prosigue incansablemente su curso: a lo largo del siglo XVI y del XVII, se censan algunas condenas a la hoguera por toda Europa, de Francia a Italia, pasando por Alemania, España, Inglaterra e Irlanda. El fenómeno se apodera incluso de las colonias: en 1636, la colonia de Plymouth (en el Massachussetts actual de EE.UU.), se promulga una ley que condena a la sodomía con la hoguera. Las autoridades portuguesas hacen lo propio en Brasil en 1646.


El Siglo de las Luces y la emergencia de la moral burguesa


El siglo XVIII ve aparecer una nueva figura del homosexual: el libertino elegante y afeminado. Gradualmente, la sodomía es percibida más como un "gusto" que un "vicio", aunque siga siendo objeto de múltiples bromas y burlas, y constituye aún como una amenaza para la célula familiar fomentada por la nueva moral burguesa. Según el teniente de policía Lenoir, se censaban en París, que contaba entonces con 600.000 almas, más de 20.000 sodomitas alrededor del año 1730, y según otras fuentes policiales, unos 40.000 en total años más tarde. Asambleas de esa extraña cofradía se reunían en los cabarets del Faubourg Saint-Antoine, barrio de La Bastilla, y los encuentros nocturnos en los Jardines del Palacio de Las Tulerías no eran un misterio para nadie.
Al otro lado del Canal de La Manga, en Londres, las "Molly Houses" florecen en el barrio del Parque de Saint-James. En esos locales se bebe, baila, liga o se parodia el mundo "normal". Posicionándose deliberadamente al margen de la sociedad, esos intrépidos señores se reapropiaban de las injurias populares, hablaban en femenino o se hacían llamar "tía" o "madame".







grabado representando la sociedad de las "Molly House"

Si asistimos aún a algunas ejecuciones de sodomitas en la Plaza de Grève, en 
París, su número irá en descenso a lo largo de los años del siglo XVIII. Las últimas vieron perecer a Jean Diot y Bruno Lenoir, en 1750. A partir de 1730, el uso del vocabulario refleja un giro: se habla cada vez menos de "sodomitas" y cada vez más de "pederastas" y sobretodo de "infames", éste último siendo muy frecuente en los informes policiales franceses. El "crimen contra Dios y la Naturaleza", se banaliza progresivamente y se suma a la lista de los demás delitos. La filosofía del Siglo de las Luces gana terreno en perjuicio de la Iglesia. Voltaire (1694-1778), en su artículo sobre el amor socrático de su diccionario filosófico de 1764, encuentra excusas para la pederastia, pero afirma sin embargo que es "una ley que aniquilaría al género humano si era aplicada al pie de la letra".
Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), por su lado, narra por dos veces en sus "Confesiones", su horror ante las proposiciones de un joven. Una actitud que, al lado de su veneración por la familia cristiana, marca la actitud y el orden burgués naciente.
Denis Diderot (1713-1784), confiesa que "todo no puede ser contra-natura ni fuera de la Naturaleza" en un texto póstumo. El "vicio" tiende entonces a desacralizarse en provecho de una nueva moral burguesa familial, social y científica en la que los filósofos del Siglo de las Luces son los principales promotores, estando Rousseau en cabeza. Una nueva ética que, sin embargo, no irá a conceder a los hombres enamorados de otros hombres, una libertad mayor en materia sexual, estando la represión moral muy presente muy a pesar, como lo veremos, de la Revolución Francesa que pondrá en pie un movimiento pionero en Europa, despenalizando los actos sexuales entre personas del mismo sexo.

Articulo publicado por Retratos de la Historia

sábado, 4 de agosto de 2012

Historia de la Homosexualidad Parte 2





La cultura homoerótica renace 


Globalmente, desde el final del Imperio Romano hasta el siglo XIII, la represión es presente pero de forma desigual en Occidente. Paréntesis portador de aperturismo, asistimos entre los siglos X y XII, en contrapunto a una creciente urbanización, al renacer del comercio, a la apertura de las universidades en numerosas regiones europeas, a una reemergencia de cierta cultura homoerótica. El amor cortés existe también entre hombres, como lo atestigua la literatura cristiana de la época (San Anselmo, San Bernardo de Clairvaux, San Aelred de Rielvaux, o el obispo Marbod de Rennes de la Escuela de Chartres, cuyos poemas ensalzando el amor entre hombres tienen difusión en Europa), y varios papas y hombres en el poder renuncian a perseguir los actos de homosexualidad (Sínodo de Letrán 1059, Concilio de Londres 1102, Decreto de Graciano 1140). En esta época renace la prostitución masculina, y el término "Ganímedes", en referencia al célebre mito griego que ve al espléndido hijo del Rey de Troya raptado por Zeus, se convierte en el sinónimo de la palabra "gay" actual. El vocábulo de "sodomita" parece estar relegado al olvido, aunque no tardará en reaparecer con fuerza y virulencia.



El absolutismo y la represión


Desde el principio del siglo XIII hasta finales del siglo XVIII, el absolutismo estatal y religioso se impone de manera paulatina en Europa. Los principios teológicos se inmiscuyen cada vez más en los códigos legislativos seculares. Con las cruzadas, los sentimientos xenófobos se expanden y generalizan. Como los Judíos, que se ven perseguidos en Europa, los "sodomitas" son objeto de persecuciones penales en todo el Continente Europeo. Así, en España, el rey Alfonso X de Castilla promulga en 1256 un código civil que castiga con la castración y la lapidación el pecado "contra-natura". Algunos años más tarde, en Orléans, un nuevo código penal prevee igualmente la castración, la amputación del pene y la hoguera para aquél que cometa el pecado de sodomía, antes de que el rey Luis IX "el Santo" legisle de igual modo en 1270.
A menudo asimilada a la herejía, perseguida sobre todos los frentes por los tribunales de la Inquisición y las autoridades seculares, la homosexualidad se afirma más netamente como un crimen contra el orden de la naturaleza bajo la influencia de Santo Tomás de Aquino (1225-1274). Este teólogo de renombre y escuchado, codifica la moral sexual cristiana en su "Summa Theologiae", y juzga los actos entre personas del mismo sexo "contra-natura", dogma casi irrevocable que alimenta la retórica de la Iglesia Católica aún en la actualidad. A principios del siglo XIV, Felipe "el Hermoso" persigue a los caballeros Templarios acusándoles de herejía y sodomía, haciendolos masacrar. En Inglaterra, el rey Eduardo II, que no se escondía de su amor por Gaveston, es destronado, castrado y empalado con un hierro candente por el recto en 1327. En Italia, desde el siglo XV, la sodomía es igualmente severamente reprimida, notablemente en Florencia, que instaura un tribunal especial para perseguir los crímenes de esta naturaleza. El fanático monje Jerónimo Savonarola, retomará el discurso a finales del siglo con sus predicaciones contra el "abominable vicio"; lo que no impedirá que en esa época del Renacimiento, muchos artistas y algunos dignitarios vivan abiertamente su tendencia homoerótica. En la Suiza medieval, las relaciones entre hombres son castigadas de igual forma que en otros países, como así lo atestigua la condena por sodomía del caballero von Hohenberg y su lacayo, que arderán juntos en la hoguera ante las puertas de la ciudad de Zürich en 1482.



El Renacimiento o el Culto a la belleza masculina


Durante el Renacimiento, bajo la influencia del neoplatonismo, doctrina forjada por el sacerdote y humanista toscano Marsilio Ficin, quien ha traducido a Platón en un intento de conciliar el paganismo de los antiguos con la moral cristiana, promovida al rango de filosofía oficial en Florencia por Lorenzo de Médicis, pese a que la ley y el discurso institucional siguen condenando firmemente la sodomía y otros actos "desviantes", el amor entre chicos vuelve a recuperar su sitio en la literatura, la pintura y la escultura. La exaltación y la glorificación del cuerpo masculino por Miguel Angel Buonarrotti (1475-1564), en la mayoría de sus obras de arte son la más vibrante demostración de ello. En Florencia y en Roma, tan solo se puede uno limitar a discutir, véase celebrar el amor cortés, la adoración espiritual y casta de un joven, pero no en practicar el "amor sodomita".


Leonardo da Vinci (1452-1519)
, artista y científico genial, es denunciado a la edad de 24 años por haber mantenido relaciones con un joven muchacho de 17, pero el asunto no irá más allá por falta de pruebas. Más tarde, tomará bajo su protección al niño de 10 años Gian Giacomo Caprotti, que permanecerá junto a su maestro durante 25 años hasta la marcha de éste a Francia. Su discreción en su vida privada, la ausencia de mujeres a su lado y sobretodo algunas obras de Leonardo da Vinci, tales como "La Alegoría del placer y de la pena", el "Viejo y el joven cara a cara" o su "San Juan Bautista" (1513), dejan entrever sus inclinaciones afectivas.
Miguel Angel, por su parte, nunca hizo misterio de que vivió por sus pasiones y que consumieron su vida y su obra. Enamorado de lo hermoso, enamorado del cuerpo masculino y enamorado de numerosos chicos, sus esculturas, pinturas y dibujos al igual que sus poemas dan fe de la fuerza del deseo. Del célebre "David" (1500), convertido en el icono gay por excelencia, al "Esclavo moribundo" (1515), pasando por sus 20 desnudos que pueblan los techos de la Capilla Sixtina (1508-1510), el artista ensalza sin descanso en su obra la belleza humana, reflejo de la belleza celestial.
En 1532, conoce al joven Tommaso di Cavalieri, un noble romano de una infinita belleza del cual cae perdidamente enamorado, y para quien escribiría más de 300 sonetos, sonetos que serían publicados modificados mucho después de su muerte, de manos de su sobrino-nieto en 1623, en plena Contra-Reforma, reemplazando el "el" por el "ella". Habría que esperar hasta 1863 para que los originales pudieran ser publicados tal y como eran por vez primera. Así, para satisfacer a las exigencias pudibundas de una sociedad intolerante y castradora, los "Sonetos" han circulado con una falsa imagen de los amores de Miguel-Angel a lo largo de 250 años. Pese a todo, los frescos y las esculturas del genio florentino siempre han estado allí y continuarán estando para dejar testimonio de su pasión por la belleza de los chicos.


"el David" de Michelangelo Buonarrotti, fechado en 1504
Otro medio de revelar su orientación homoerótica, es relacionandola a los célebres mitos culturales. El ejemplo más frecuente es, sin duda, el rapto de Ganímedes por Zeus, representado por numerosos artistas, entre los cuales Miguel-Angel. Ganímedes, mencionado anteriormente en el texto, servía para designar al joven amante en una relación pederasta, siendo empleado como referente homosexual por otros autores como William Shakespeare (1564-1616) o Christopher Marlowe (1564-1593), dos autores que, en el teatro como en la poesía, por el primero notablemente en sus "Sonetos" (dedicados al Conde de Southampton), y para el segundo en su célebre obra sobre Eduardo II de Inglaterra, tematizan la homosexualidad. Se encuentran otros mitos sobre los cuales diversos artistas muestran una voluntad de expresar una sensibilidad homosexual, tales como Apolo y Jacinto, Aquiles y Patrocles, Hércules y Aqueloüs, Narciso o San Sebastián, elevado éste al rango de símbolo gay.
Un poco más tarde, al alba de la Edad Barroca, los cuadros con sensualidad provocadora de Miguel-Angel Merisi, más conocido bajo el nombre de "Caravaggio" (1571-1610), se distancian del neoplatonismo de principios del Renacimiento. Sin vergüenza alguna, Caravaggio expone con crudeza el deseo masculino a través de los cuerpos de sus jóvenes modelos romanos. En su "Narciso" de 1596, "el Jugador de Laúd" (1596), "el Joven mordido por un lagarto" (1597), entre otras pinturas, la sensibilidad homófila se encuentra expresada libremente más que abiertamente. "El Amor Victorioso" (1602), revela un violento erotismo poniendo en escena un ángel de sexualidad encarnada, que tiene a sus pies los símbolos de la guerra, de la música y de la literatura. Esta representación, rompe con la tradición de los ángeles asexuados y deja ver sin ambigüedad los fantasmas pedófilos del pintor.



 Posteado por: retratosdelahistoria

Historia de la Homosexualidad Parte 1




La Pederastia en la Grecia Antigua

La Grecia antigua es a menudo asociada a la idea de la cuna y del paraíso de la homosexualidad. Nadie es capaz de imaginar un mundo en el cual los hombres eran libres de mantener relaciones con otros de su mismo sexo. Pero esta idea es falsa. Las estructuras sociales, las leyes en vigor en Atenas reprobaban lo que hoy llamamos "homosexualidad". El amor entre hombres era considerado como indigno de un ciudadano honorable. Pero, por otro lado, se autorizaba y hasta se alentaba la relación entre un hombre maduro y un adolescente. Elevada al rango de institución, la relación entre el "erastes" (hombre adulto) y el "erómenes" (el chico joven, apenas llegado a la pubertad) constituía para este último un rito que marcaba su llegada a la edad viril. Y aunque muchas de esas relaciones sexuales se veían teñidas de pasión, tenían sobre todo un valor educativo. De este modo, el adulto tomaba bajo su protección a un adolescente y le formaba para la vida social y política, manteniendo a su vez relaciones sexuales con éste sin que la noción del placer carnal tomase la delantera sobre los valores intelectuales y morales inculcados a través de dicha relación. El joven pasaba a ser mantenido y educado por el adulto desde sus 12 años de edad hasta la aparición de la primera barba, hacia los 18.
Se trata entonces de "paed-erastia" (pederastia) y no de "homosexualidad". El adulto era, en teoría, siempre activo y transmitía su simiente al adolescente, obligado a permanecer pasivo en la relación sexual. Los Griegos de la Antigüedad, que serían hoy condenados por pedofilia, no distinguían entre homosexualidad y heterosexualidad, sino entre el papel de activo y pasivo.
En cuanto a las mujeres, éstas no interpretaban ningún papel en la educación de los hijos varones, como tampoco intervenían en la vida social y política griega. En conjunto, la educación de los ciudadanos descansaba sobre el principio de iniciación destinada a transformar al joven en un digno ciudadano. En la mayoría de los casos, el "erastes" (adulto) se encontraba casado con una mujer con la cual mantenía relaciones con fines únicamente procreativos.
Al menospreciar la relación entre dos adultos (condena moral que no penal), la Grecia de entonces definía pues las prácticas homosexuales de manera restrictiva. Pero reservaba un sitio a los amores masculinos evocados en la poesía, el teatro, la iconografía de vasijas y la escultura, siendo ampliamente reconocidas como positivas y valorizantes.









Roma, el culto a la virilidad


En Roma, la iniciación sexual ya no figura en el programa de la educación masculina. Son las mujeres quienes se encargan de su educación y formación. Aunque se encuentran ciertas huellas de la prolongación del sistema griego en la sociedad romana, ésta desaparece paulatinamente. El "Vicio Griego", tal y como lo denominan los romanos cuando hablan de la práctica de sodomización de los chicos imberbes, pasa al olvido. Pero la homosexualidad no se hallaba condenada en la sociedad romana, era incluso muy generalizada como medio simbólico para reforzar la supremacía de los ciudadanos libres en la sociedad. Hemos de entender que lo único condenable para un ciudadano libre de la República Romana, era mantener una relación sexual o sentimental con un semejante, no cuando se trataba de gozar en compañía de un esclavo o de un prostituto, personajes considerados obviamente como inferiores y que estaban a su entera disposición. El ciudadano romano debía caracterizarse por una virilidad y una valentía sin fallos, tanto en la guerra como en la vida civil, y jamás sufrir la humillación de estar al servicio de terceros; se trataba de mantener siempre el papel de "activo" en sus relaciones sexuales, fuese con un hombre o con una mujer. Séneca lo resume de este modo: "la pasividad sexual es un crimen para el hombre libre, una obligación para el esclavo, un servicio para el liberado."
A partir del siglo I a.C., la seducción de los chicos libres reaparece bajo la imagen del poeta Cátulo, enamorado del hermoso Juventius; Horacio, Tibulo, Propercio, Lucrecio, ellos también cuentan sus tormentos amorosos con hermosos chicos, igual que Virgilio. Y los regímenes cambian, como el de Julio César (100-44 a.C.), apodado "el hombre de todas las mujeres y la mujer de todos los hombres", acusado de "pasividad", hasta llegar a Augusto que se convierte en emperador en el año 27 a.C., cuando Virgilio publica su "Eneida", en la que cuenta la leyenda de dos guerreros Nisus y Euryale, un hombre maduro y un adolescente, que encuentran en su amor recíproco la suficiente valentía para morir como héroes.
Bajo el Imperio, la homosexualidad y la bisexualidad se generaliza en todas las clases sociales romanas, sin reglas y sin restricciones, a imagen y semejanza de los emperadores, desde Tiberio a Calígula el "príncipe de la depravación", pasando por Nerón quien hace castrar a uno de sus esclavos antes de tomarle por "esposa". Testigos de un siglo de vida social romana, los frescos y las estátuas redescubiertas en Herculanum y Pompeya, conquistadas en 89 y 80 a.C., y tragadas por la lava del Vesubio en el 79 d.C., muestran numerosas escenas de placer, a veces sugeridas, o simplemente de un realismo impactante: desde el coito anal a sexos gigantescos, pasando por jóvenes efebos languideciendo, hasta el culto del falo y del "eros" masculino omnipresente.
Las mujeres, aunque se veían ciertamente más consideradas que las griegas, sufriendo o gozando de la compañía masculina (y de sus caprichos sexuales), se limitaban a su papel de esposa y madre, sin tener la autorización de mantener relaciones entre ellas.
Tras la depravación de numerosos de sus predecesores, el emperador Adriano (76-138 d.C.), muestra una imagen del todo diferente: ama de un amor sincero al hermosísimo Antinoo (110-130 d.C.), un joven griego de Bitinia, que también se enamora de él. Tras el ahogamiento de su amante en el Nilo, a la edad de 20 años, Adriano lo eleva al rango de dios mandando erigir en su honor un templo y una ciudad, acuñar moneda con su efigie,... Hasta se instituyen unos juegos en su memoria, a lo largo de 200 años. Antinoo se convirtió en el cánon eterno de la belleza masculina.


El Cristianismo y las primeras persecuciones


En el año 313, el cristianismo se convirtió en religión de Estado bajo el emperador romano Constantino. A partir de ese momento, las relaciones entre hombres serán condenadas. Apoyándose sobre textos religiosos, y preocupados por enderezar la moralidad de una sociedad degenerada, el poder no tarda en reprimir las libertades sexuales. En el 342, las leyes de Constancia y Constancio preveen la castración de los homosexuales pasivos. Las relaciones entre hombres (o personas del mismo sexo), adquieren estatus de "crímen contra natura", notablemente bajo la influencia de San Agustín (354-430). Finalmente, las leyes aplicadas bajo los reinados de Teodosio (379-395) y de Justiniano (527-565), son las primeras en prever la hoguera para semejantes actos.
La caída del Imperio Romano y la llegada en potencia del Cristianismo sancionan una revolución en la historia de las relaciones entre hombres: a la diferenciación entre roles activo y pasivo, entre castidad y no-castidad, entre romanticismo y ausencia de romanticismo, se substituye, sin nombrarla aún, la diferenciación entre heterosexualidad y homosexualidad que hay que ubicar en una época de inestabilidad política, económica y social con las invasiones bárbaras, y la lectura a través de la actitud social siempre sospechosa de cara a la sexualidad y al erotismo en general, la moral cristiana oponiéndose de manera virulenta al hedonismo greco-romano.



Las condenas bíblicas


En el Antiguo Testamento, algunos pasajes condenan sin reserva las prácticas homosexuales empezando por el libro IX de la Génesis, en el cual la ciudad de Sodoma es destruida por un diluvio de fuego cuando sus habitantes acogen a dos ángeles con apariencia de hermosos chicos, o en el Levítico, que fija la ley: "el hombre que yace con un hombre como yace con una hembra, ambos son autores de una abominación y serán castigados con la muerte..." (XX, 13). No se observa ningún pasaje dónde Jesús condena estas prácticas, Cristo siendo más bien abierto y tolerante de cara a los pecados sexuales.
Jesús mostrará una profunda amistad por San Juan, y diserta sobre todo sobre las nociones de riqueza o de posesión demoníaca, consideraciones ampliamente ignoradas por sus discípulos. Pablo, por su lado, aprueba la cólera de Dios contra los hombres que han abandonado el uso natural de la hembra, quemando en su apetito por el uno con los otros, cometiendo el crimen de varones con varones y recibiendo el salario debido a sus pecados.
Por lo que toca a las "hembras", que siempre salen perdiendo en esta historia de la sexualidad, las que dejan de lado su papel de mujer-esposa y madre para yacer con las de su mismo sexo, son objeto de semejante condena. Pablo añade: "Ni prostitutos, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni sodomitas, ni ladrones, ni explotadores, menos aún los borrachos, blasfemos, difamadores o rapaces heredarán del Reino de Dios". De esos preceptos bíblicos proceden las condenas que han reducido y siguen en muchas comunidades contemporáneas en reducir a los hombres y mujeres homosexuales al rango de pecadores y de criminales. Tenemos tendencia en olvidar que la Bíblia evoca también la "tierna amistad" que unió al rey David de Israel a Jonathan: "Aconteció que el alma de Jonathan se ligó al alma de David y que Jonathan le amó como a él mismo" (I, Samuel, XVIII, 1). Tras la muerte de éste en combate, el rey David se quejó: "estoy desesperado por tu culpa, mi hermano Jonathan, tu que me eras muy querido, tu amor por mi fue más maravilloso que el amor de las mujeres" (II, Samuel, I, 19-27).
Observemos que las condenas bíblicas eran aplicadas con más o menos celo según las regiones y los períodos, añadiendo que los textos condenaban con igual firmeza otros comportamientos humanos tales como el consumo de carne de cerdo o de conejo, algunos modos de vestir o el corte de barbas y cabellos. Como es el caso en todas las épocas, el poder opera una selección de los textos para reprimir lo que consideraba subversivo. El argumento principal contra los comportamientos "desviados", más allá de la simple y formal condena bíblica, era que no consideraban el deber de procreación o reproducción, amenazaban el orden público establecido, la juventud, la supervivencia de la familia y de la civilización. Cayendo en actos "contra-natura" (argumento con tintes implacables aunque no descansaban sobre nada tangible ni concreto y retomado en nuestros días de forma arbitral), cabezas de turcos como lo fueron los Judíos, los homosexuales son tenidos por responsables de los males de la sociedad. El sodomita, que pone en duda el orden "natural" creado por Dios, comete sacrilegio al cuestionar la jerarquía de los roles y de los géneros, poniendo en peligro el orden social. Por otro lado, otros factores pudieron engendrar una represión contra la homosexualidad, tal como el pánico moral ligado a las epidemias de peste, como en el caso de Venecia, o a mediados del siglo XIV, siendo la sodomía el crimen más castigado por su gravedad.

ARTICULO PUBLICADO POR RETRATOS DE LA HISTORIA