La Reforma
Protestante y las Guerras de Religión
Cuando la
Reforma Protestante se hace patente, al filo de los siglos XVI y XVII, Martín
Lutero no falta en acusar al clero católico de caer en la sodomía en su
"Advertencia a los queridos Alemanes", publicada en 1531. La sospecha
de homosexualidad es empleada para desacreditar a sus oponentes, a imagen y
semejanza de los Cátaros o de los Templarios, que fueron objetos de semejantes
acusaciones siglos atrás, así como el Papa Bonifacio VIII, a quien el rey
Felipe IV "el Hermoso" de Francia hizo pasar por hereje y sodomita,
los protestantes ingleses que desacreditaban a los papistas en referencia al
celibato de los religiosos, o el ginebrino Théodore de Bèze, contra el cual es
llevada a cabo una campaña difamatoria por parte de los católicos basándose en
sus poemas de juventud para reprocharle una supuesta homosexualidad.
En la misma
época, en 1532, el emperador Carlos V promulga el primer código penal del Santo
Imperio Romano-Germánico, en el cual el artículo 116 estipula que todos
aquellos que "caen en la lujuria", humano con animal, hombre con
hombre, mujer con mujer, debían ser quemados, mientras en los Países-Bajos los
protestantes también condenan la sodomía con la pena capital. En la ciudad de
Calvino, Ginebra, los "actos contra-natura" son severamente
reprimidos: en 1555 y en 1670, en la Roma protestante, se censa muchas
ejecuciones de hombres y mujeres por este motivo, mediante decapitación,
ahorcamiento o ahogamiento.
Enrique III, rey de Francia (1551-1589)
Las guerras
de religión devastan a Europa. Enrique III, rey de Francia (1551-1589), que
reina a partir de 1574, intenta durante un tiempo conciliar católicos y
protestantes mediante una política de tolerancia, pero sin éxito. Esto no le
impedirá llevar, sin restricciones, una vida privada harto escandalosa y de
hacer pública su homofilia de manera descarada. Incapaz de proporcionar un
heredero al trono, rodeado por una corte de "mignons" (hermosos) que
suscitan todo tipo de comentarios jocosos, no da la imagen del rey esperado por
sus súbditos. Pierre de L'Estoile, redactor del "Diario para el reinado de
Enrique III" (1576), describe a sus favoritos que no hacen más que soliviantar
e indignar al pueblo y a las altas esferas del Poder: "el nombre de
mignons empezó en aquel tiempo a ir de boca en boca del pueblo, a los que
resultaban odiosos tanto por sus maneras altaneras, como por sus maquillajes y
vestimentas afeminadas e impúdicas, pero sobretodo por los favores, las
prebendas y las liberalidades de las cuales eran objetos de manos del rey,
teniendo a éstos el pueblo como causa principal de su ruina (...) Esos bellos
mignons llevaban sus cabellos rizados y re-rizados artificialmente, y cubiertos
por pequeños bonetes de terciopelo, como hacen las putas de la ciudad de
Burdeos. (...) Sus ejercicios consistían en jugar, blasfemar, saltar, danzar,
querellar y emborracharse, y seguir al rey en todos sus desplazamientos, y
hacer y decir nada más que cosas que agradasen a los oídos del rey."
En la
aristocracia, como en toda posición dominante, las relaciones homosexuales
podían ser toleradas en el marco de una sexualidad en la cual el señor escogía
a su compañero, chica o chico, con exigencia de que este último se pareciera al
sexo débil y que fuera dominado tanto social como físicamente por el señor.
Así, jóvenes prostitutos, pajes, lacayos, ayudas de cámara o aprendices eran a
menudo objeto del deseo y placer de los señores, de los maestros artesanos, de
los miembros del clero o de los artistas. Hay que revelar también que las
relaciones sexuales entre jóvenes, aprendices, monjes o criados, eran
frecuentes y posibles gracias a una certera promiscuidad, marcada por la
dificultad de acceder a las mujeres antes del matrimonio.
La
Incansable caza a los sodomitas
Queda, de
todos modos, muy patente que las pulsiones homosexuales, tanto en su expresión
artística como en lo cotidiano de ciudades y provincias, son confinadas al
secreto y nunca deben ser mencionadas, a riesgo de exponerse a sanciones
penales. La sociedad cristiana y patriarcal no puede, en efecto, tolerar que se
intente poner en duda los valores sobre los cuales descansa. La caza a los
sodomitas prosigue incansablemente su curso: a lo largo del siglo XVI y del
XVII, se censan algunas condenas a la hoguera por toda Europa, de Francia a
Italia, pasando por Alemania, España, Inglaterra e Irlanda. El fenómeno se
apodera incluso de las colonias: en 1636, la colonia de Plymouth (en el
Massachussetts actual de EE.UU.), se promulga una ley que condena a la sodomía
con la hoguera. Las autoridades portuguesas hacen lo propio en Brasil en 1646.
El Siglo de
las Luces y la emergencia de la moral burguesa
El siglo
XVIII ve aparecer una nueva figura del homosexual: el libertino elegante y
afeminado. Gradualmente, la sodomía es percibida más como un "gusto"
que un "vicio", aunque siga siendo objeto de múltiples bromas y
burlas, y constituye aún como una amenaza para la célula familiar fomentada por
la nueva moral burguesa. Según el teniente de policía Lenoir, se censaban en
París, que contaba entonces con 600.000 almas, más de 20.000 sodomitas
alrededor del año 1730, y según otras fuentes policiales, unos 40.000 en total
años más tarde. Asambleas de esa extraña cofradía se reunían en los cabarets
del Faubourg Saint-Antoine, barrio de La Bastilla, y los encuentros nocturnos
en los Jardines del Palacio de Las Tulerías no eran un misterio para nadie.
Al otro lado
del Canal de La Manga, en Londres, las "Molly Houses" florecen en el
barrio del Parque de Saint-James. En esos locales se bebe, baila, liga o se
parodia el mundo "normal". Posicionándose deliberadamente al margen
de la sociedad, esos intrépidos señores se reapropiaban de las injurias
populares, hablaban en femenino o se hacían llamar "tía" o
"madame".
grabado
representando la sociedad de las "Molly House"
Si asistimos
aún a algunas ejecuciones de sodomitas en la Plaza de Grève, en
París, su
número irá en descenso a lo largo de los años del siglo XVIII. Las últimas
vieron perecer a Jean Diot y Bruno Lenoir, en 1750. A partir de 1730, el uso
del vocabulario refleja un giro: se habla cada vez menos de
"sodomitas" y cada vez más de "pederastas" y sobretodo de
"infames", éste último siendo muy frecuente en los informes
policiales franceses. El "crimen contra Dios y la Naturaleza", se
banaliza progresivamente y se suma a la lista de los demás delitos. La
filosofía del Siglo de las Luces gana terreno en perjuicio de la Iglesia.
Voltaire (1694-1778), en su artículo sobre el amor socrático de su diccionario
filosófico de 1764, encuentra excusas para la pederastia, pero afirma sin
embargo que es "una ley que aniquilaría al género humano si era aplicada
al pie de la letra".
Jean-Jacques
Rousseau (1712-1778), por su lado, narra por dos veces en sus
"Confesiones", su horror ante las proposiciones de un joven. Una
actitud que, al lado de su veneración por la familia cristiana, marca la
actitud y el orden burgués naciente.
Denis Diderot (1713-1784), confiesa que "todo no puede ser contra-natura ni fuera de la Naturaleza" en un texto póstumo. El "vicio" tiende entonces a desacralizarse en provecho de una nueva moral burguesa familial, social y científica en la que los filósofos del Siglo de las Luces son los principales promotores, estando Rousseau en cabeza. Una nueva ética que, sin embargo, no irá a conceder a los hombres enamorados de otros hombres, una libertad mayor en materia sexual, estando la represión moral muy presente muy a pesar, como lo veremos, de la Revolución Francesa que pondrá en pie un movimiento pionero en Europa, despenalizando los actos sexuales entre personas del mismo sexo.
Denis Diderot (1713-1784), confiesa que "todo no puede ser contra-natura ni fuera de la Naturaleza" en un texto póstumo. El "vicio" tiende entonces a desacralizarse en provecho de una nueva moral burguesa familial, social y científica en la que los filósofos del Siglo de las Luces son los principales promotores, estando Rousseau en cabeza. Una nueva ética que, sin embargo, no irá a conceder a los hombres enamorados de otros hombres, una libertad mayor en materia sexual, estando la represión moral muy presente muy a pesar, como lo veremos, de la Revolución Francesa que pondrá en pie un movimiento pionero en Europa, despenalizando los actos sexuales entre personas del mismo sexo.
Articulo publicado por Retratos de la Historia