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sábado, 4 de agosto de 2012

Historia de la Homosexualidad Parte 1




La Pederastia en la Grecia Antigua

La Grecia antigua es a menudo asociada a la idea de la cuna y del paraíso de la homosexualidad. Nadie es capaz de imaginar un mundo en el cual los hombres eran libres de mantener relaciones con otros de su mismo sexo. Pero esta idea es falsa. Las estructuras sociales, las leyes en vigor en Atenas reprobaban lo que hoy llamamos "homosexualidad". El amor entre hombres era considerado como indigno de un ciudadano honorable. Pero, por otro lado, se autorizaba y hasta se alentaba la relación entre un hombre maduro y un adolescente. Elevada al rango de institución, la relación entre el "erastes" (hombre adulto) y el "erómenes" (el chico joven, apenas llegado a la pubertad) constituía para este último un rito que marcaba su llegada a la edad viril. Y aunque muchas de esas relaciones sexuales se veían teñidas de pasión, tenían sobre todo un valor educativo. De este modo, el adulto tomaba bajo su protección a un adolescente y le formaba para la vida social y política, manteniendo a su vez relaciones sexuales con éste sin que la noción del placer carnal tomase la delantera sobre los valores intelectuales y morales inculcados a través de dicha relación. El joven pasaba a ser mantenido y educado por el adulto desde sus 12 años de edad hasta la aparición de la primera barba, hacia los 18.
Se trata entonces de "paed-erastia" (pederastia) y no de "homosexualidad". El adulto era, en teoría, siempre activo y transmitía su simiente al adolescente, obligado a permanecer pasivo en la relación sexual. Los Griegos de la Antigüedad, que serían hoy condenados por pedofilia, no distinguían entre homosexualidad y heterosexualidad, sino entre el papel de activo y pasivo.
En cuanto a las mujeres, éstas no interpretaban ningún papel en la educación de los hijos varones, como tampoco intervenían en la vida social y política griega. En conjunto, la educación de los ciudadanos descansaba sobre el principio de iniciación destinada a transformar al joven en un digno ciudadano. En la mayoría de los casos, el "erastes" (adulto) se encontraba casado con una mujer con la cual mantenía relaciones con fines únicamente procreativos.
Al menospreciar la relación entre dos adultos (condena moral que no penal), la Grecia de entonces definía pues las prácticas homosexuales de manera restrictiva. Pero reservaba un sitio a los amores masculinos evocados en la poesía, el teatro, la iconografía de vasijas y la escultura, siendo ampliamente reconocidas como positivas y valorizantes.









Roma, el culto a la virilidad


En Roma, la iniciación sexual ya no figura en el programa de la educación masculina. Son las mujeres quienes se encargan de su educación y formación. Aunque se encuentran ciertas huellas de la prolongación del sistema griego en la sociedad romana, ésta desaparece paulatinamente. El "Vicio Griego", tal y como lo denominan los romanos cuando hablan de la práctica de sodomización de los chicos imberbes, pasa al olvido. Pero la homosexualidad no se hallaba condenada en la sociedad romana, era incluso muy generalizada como medio simbólico para reforzar la supremacía de los ciudadanos libres en la sociedad. Hemos de entender que lo único condenable para un ciudadano libre de la República Romana, era mantener una relación sexual o sentimental con un semejante, no cuando se trataba de gozar en compañía de un esclavo o de un prostituto, personajes considerados obviamente como inferiores y que estaban a su entera disposición. El ciudadano romano debía caracterizarse por una virilidad y una valentía sin fallos, tanto en la guerra como en la vida civil, y jamás sufrir la humillación de estar al servicio de terceros; se trataba de mantener siempre el papel de "activo" en sus relaciones sexuales, fuese con un hombre o con una mujer. Séneca lo resume de este modo: "la pasividad sexual es un crimen para el hombre libre, una obligación para el esclavo, un servicio para el liberado."
A partir del siglo I a.C., la seducción de los chicos libres reaparece bajo la imagen del poeta Cátulo, enamorado del hermoso Juventius; Horacio, Tibulo, Propercio, Lucrecio, ellos también cuentan sus tormentos amorosos con hermosos chicos, igual que Virgilio. Y los regímenes cambian, como el de Julio César (100-44 a.C.), apodado "el hombre de todas las mujeres y la mujer de todos los hombres", acusado de "pasividad", hasta llegar a Augusto que se convierte en emperador en el año 27 a.C., cuando Virgilio publica su "Eneida", en la que cuenta la leyenda de dos guerreros Nisus y Euryale, un hombre maduro y un adolescente, que encuentran en su amor recíproco la suficiente valentía para morir como héroes.
Bajo el Imperio, la homosexualidad y la bisexualidad se generaliza en todas las clases sociales romanas, sin reglas y sin restricciones, a imagen y semejanza de los emperadores, desde Tiberio a Calígula el "príncipe de la depravación", pasando por Nerón quien hace castrar a uno de sus esclavos antes de tomarle por "esposa". Testigos de un siglo de vida social romana, los frescos y las estátuas redescubiertas en Herculanum y Pompeya, conquistadas en 89 y 80 a.C., y tragadas por la lava del Vesubio en el 79 d.C., muestran numerosas escenas de placer, a veces sugeridas, o simplemente de un realismo impactante: desde el coito anal a sexos gigantescos, pasando por jóvenes efebos languideciendo, hasta el culto del falo y del "eros" masculino omnipresente.
Las mujeres, aunque se veían ciertamente más consideradas que las griegas, sufriendo o gozando de la compañía masculina (y de sus caprichos sexuales), se limitaban a su papel de esposa y madre, sin tener la autorización de mantener relaciones entre ellas.
Tras la depravación de numerosos de sus predecesores, el emperador Adriano (76-138 d.C.), muestra una imagen del todo diferente: ama de un amor sincero al hermosísimo Antinoo (110-130 d.C.), un joven griego de Bitinia, que también se enamora de él. Tras el ahogamiento de su amante en el Nilo, a la edad de 20 años, Adriano lo eleva al rango de dios mandando erigir en su honor un templo y una ciudad, acuñar moneda con su efigie,... Hasta se instituyen unos juegos en su memoria, a lo largo de 200 años. Antinoo se convirtió en el cánon eterno de la belleza masculina.


El Cristianismo y las primeras persecuciones


En el año 313, el cristianismo se convirtió en religión de Estado bajo el emperador romano Constantino. A partir de ese momento, las relaciones entre hombres serán condenadas. Apoyándose sobre textos religiosos, y preocupados por enderezar la moralidad de una sociedad degenerada, el poder no tarda en reprimir las libertades sexuales. En el 342, las leyes de Constancia y Constancio preveen la castración de los homosexuales pasivos. Las relaciones entre hombres (o personas del mismo sexo), adquieren estatus de "crímen contra natura", notablemente bajo la influencia de San Agustín (354-430). Finalmente, las leyes aplicadas bajo los reinados de Teodosio (379-395) y de Justiniano (527-565), son las primeras en prever la hoguera para semejantes actos.
La caída del Imperio Romano y la llegada en potencia del Cristianismo sancionan una revolución en la historia de las relaciones entre hombres: a la diferenciación entre roles activo y pasivo, entre castidad y no-castidad, entre romanticismo y ausencia de romanticismo, se substituye, sin nombrarla aún, la diferenciación entre heterosexualidad y homosexualidad que hay que ubicar en una época de inestabilidad política, económica y social con las invasiones bárbaras, y la lectura a través de la actitud social siempre sospechosa de cara a la sexualidad y al erotismo en general, la moral cristiana oponiéndose de manera virulenta al hedonismo greco-romano.



Las condenas bíblicas


En el Antiguo Testamento, algunos pasajes condenan sin reserva las prácticas homosexuales empezando por el libro IX de la Génesis, en el cual la ciudad de Sodoma es destruida por un diluvio de fuego cuando sus habitantes acogen a dos ángeles con apariencia de hermosos chicos, o en el Levítico, que fija la ley: "el hombre que yace con un hombre como yace con una hembra, ambos son autores de una abominación y serán castigados con la muerte..." (XX, 13). No se observa ningún pasaje dónde Jesús condena estas prácticas, Cristo siendo más bien abierto y tolerante de cara a los pecados sexuales.
Jesús mostrará una profunda amistad por San Juan, y diserta sobre todo sobre las nociones de riqueza o de posesión demoníaca, consideraciones ampliamente ignoradas por sus discípulos. Pablo, por su lado, aprueba la cólera de Dios contra los hombres que han abandonado el uso natural de la hembra, quemando en su apetito por el uno con los otros, cometiendo el crimen de varones con varones y recibiendo el salario debido a sus pecados.
Por lo que toca a las "hembras", que siempre salen perdiendo en esta historia de la sexualidad, las que dejan de lado su papel de mujer-esposa y madre para yacer con las de su mismo sexo, son objeto de semejante condena. Pablo añade: "Ni prostitutos, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni sodomitas, ni ladrones, ni explotadores, menos aún los borrachos, blasfemos, difamadores o rapaces heredarán del Reino de Dios". De esos preceptos bíblicos proceden las condenas que han reducido y siguen en muchas comunidades contemporáneas en reducir a los hombres y mujeres homosexuales al rango de pecadores y de criminales. Tenemos tendencia en olvidar que la Bíblia evoca también la "tierna amistad" que unió al rey David de Israel a Jonathan: "Aconteció que el alma de Jonathan se ligó al alma de David y que Jonathan le amó como a él mismo" (I, Samuel, XVIII, 1). Tras la muerte de éste en combate, el rey David se quejó: "estoy desesperado por tu culpa, mi hermano Jonathan, tu que me eras muy querido, tu amor por mi fue más maravilloso que el amor de las mujeres" (II, Samuel, I, 19-27).
Observemos que las condenas bíblicas eran aplicadas con más o menos celo según las regiones y los períodos, añadiendo que los textos condenaban con igual firmeza otros comportamientos humanos tales como el consumo de carne de cerdo o de conejo, algunos modos de vestir o el corte de barbas y cabellos. Como es el caso en todas las épocas, el poder opera una selección de los textos para reprimir lo que consideraba subversivo. El argumento principal contra los comportamientos "desviados", más allá de la simple y formal condena bíblica, era que no consideraban el deber de procreación o reproducción, amenazaban el orden público establecido, la juventud, la supervivencia de la familia y de la civilización. Cayendo en actos "contra-natura" (argumento con tintes implacables aunque no descansaban sobre nada tangible ni concreto y retomado en nuestros días de forma arbitral), cabezas de turcos como lo fueron los Judíos, los homosexuales son tenidos por responsables de los males de la sociedad. El sodomita, que pone en duda el orden "natural" creado por Dios, comete sacrilegio al cuestionar la jerarquía de los roles y de los géneros, poniendo en peligro el orden social. Por otro lado, otros factores pudieron engendrar una represión contra la homosexualidad, tal como el pánico moral ligado a las epidemias de peste, como en el caso de Venecia, o a mediados del siglo XIV, siendo la sodomía el crimen más castigado por su gravedad.

ARTICULO PUBLICADO POR RETRATOS DE LA HISTORIA








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