Escrito por Daniel Barrón
De Homozapping
Debido a su participación en
Festival de México en el Centro Histórico, se encuentra en el país uno de los
escritores más irreverentes y arriesgados de la literatura hispanoamericana,
Rodrigo Fresán (Buenos Aires, 1963) autor de novelas ya emblemáticas como
Mantra, Historia de Argentina y Jardines de Kensington. En lo que nos
acomodamos en nuestros respectivos lugares para charlar, me doy cuenta que trae
un libro de Henry James, no puedo ver bien el título porque lo trae en las
manos, le pregunto si está leyendo o releyendo. “He llegado a la edad en que
estoy releyendo cosas. Es bueno y malo, porque ya sabes qué sólo hay unos
cuantos libros que verdaderamente quisieras releer; pero por otro lado, te das
cuenta que ya no tendrás tiempo para leer todos los libros que te interesan”.
Daniel Barrón: Hace un momento
dijiste que la literatura era una actividad burguesa, ¿en qué sentido?
Rodrigo Fresán: Hay que tener una
vida, no te digo acomodada, o muy solucionada, pero sí mínimamente organizada
para poder plantearte tener una segunda vida o una vida paralela y pasar mucho
tiempo ahí. No es fácil sacar eso, yo siempre digo que los escritores tienen
como mínimo cuatro vidas: su vida pública; la vida privada, familiar; la vida
de lo que escriben; y la vida de lo que leen. Son muchas facetas, y toma mucho
tiempo. A veces me pregunto cómo será la vida de los que no son escritores o de
los que no leen. Escribir es un trabajo de 24 horas al día, siete días a la
semana y como cuentan muchas veces el escritor es el único animal que puede
estar peleándose a los gritos con su esposa y tomando notas, diciendo “esto
estaría bueno, podría utilizarlo en algún texto”.
Por otro lado, el gran momento,
la edad dorada de la novela, de la novela clásica es el siglo XIX y con sólo
ver quiénes la practican resulta que eran señores burgueses, llámese Flaubert,
Balzac, Dickens, Tolstoi, gente que podía tener problemas económicos en algún
momento, pero que incluso los solucionaba escribiendo, en la escritura había
una superación de clase, incluso los personajes eran burgueses o gente que
quería serlo.
DB: Y sin embargo, hay gente que
pone sus esperanzas en los intelectuales para solucionar problemas públicos o
sociales.
RF: Yo no puedo solucionar
absolutamente nada, yo jamás pondría nada que me preocupe a mí en manos de
ningún intelectual. Y lo digo además por experiencia propia, alguien que venga
a mí, que busque una solución y que piense que yo puedo dársela, me dan ganas
de darle un abrazo y decirle “pobrecillo”.
DB: Entonces, la figura del
escritor comprometido ha quedado atrás.
RF: Sí, me molesta un poco la
figura del escritor “opinator” que está metido en todos los grandes temas,
hacia el que se recurre como una especie de tótem o de oráculo sabio. En algún
momento tal vez podía haber algún escritor así, Thomas Mann por ejemplo, y
existían está especie de escritores titánicos como Víctor Hugo, pero eran
momentos donde la novela tenía otro peso social e históricamente.
DB: ¿Lamentas que no tenga ahora
esa preeminencia?
RF: No, no pienso que sea mejor o
peor, pienso que qué suerte que tenga para leer todo eso, que ya sucedió. Y de
una manera muy íntima y muy egoísta, pienso que qué suerte que yo no tenga que
escribir libros así, porque no podría hacerlo, me parece genial que los hayan
escrito otros, yo sería completamente nulo como gran escritor social.
DB: Borges se quejaba de esas
novelas que llamaba “tumultuosas”.
RF: Sacaste el nombre de Borges y
yo soy argentino y la literatura argentina es una de las pocas literaturas que
no tiene el problema de escribir la gran novela latinoamericana, el género rey
en Argentina es el cuento, Borges es el escritor totémico. Incluso todas las
grandes novelas argentinas llámese, Rayuela o Sobre héroes y tumbas, o
Respiración artificial, o El beso de la mujer araña, están atomizadas, son como
partículas, no respetan la idea de la novela realista, o del gran fresco social.
Nosotros crecemos sin ese problema, no tenemos que escribir ni Conversación en
la catedral, ni Cien años de Soledad ni ser como Octavio Paz o Carlos Fuentes
esos escritores proteicos que hacen todo.
DB: En México hay ahora una
discusión sobre las generaciones literarias. ¿Te interesa, te preocupa el tema
de las generaciones?
RF: No, el asunto está superado,
yo soy argentino y vivo en Barcelona, ¿a qué generación puedo pertenecer? Me
parece que cuando se habla de generaciones se habla de escritores y no de sus
libros. Hay que hablar de libros puntuales, yo creo que la figura del escritor
está un poco sobrevalorada, a mí cada vez me gusta menos ser escritor y me
gusta más escribir y leer que es básicamente la misma actividad.
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