Escrito por Daniel Barrón
Publicado en homozapping
Acaso el primero en analizar de manera breve pero certera la
situación de Baudelaire en el mundo de las ideas, fue Valéry, quien en su
diario del año 1919 y bajo el título de “El lugar de Baudelaire”, escribe:
“Entronca con la línea del espíritu del siglo XVIII, con Balzac, Poe, Stendhal,
De Maistre y Bonaparte…” Que Joseph de Maistre aparezca al lado de Bonaparte me
sorprende menos que los relacione con el resto de los autores; sin embargo,
años después en el Libro de los pasajes, Walter Benjamin entrelaza una y otra
vez, citas de De Maistre con algunas de Baudelaire hasta que finalmente se
atreve a decirlo: “Joseph de Maistre —Baudelaire’s authority on matters
political”. [J80,1]
Si Baudelaire es el poeta de la modernidad, casi el inventor de
las aristas y los laberintos que hoy consideramos modernos, ¿es entonces
también el poeta de la sangre y el martirio, una inteligencia
contrarrevolucionaria como lo era De Maistre?
Benjamin encuentra a De Maistre en los versos de Baudelaire sobre
todo aquellos donde recurre a las ideas de “analogía” y “correspondencias”;
pero también en su opinión sobre la naturaleza: “La naturaleza conoce sólo un
lujo: el crimen”, escribe Baudelaire. Pero, sin duda, es en sus fragmentos
póstumos donde encontramos la gran influencia de De Maistre sobre Baudelaire.
Recientemente, Sexto Piso editó un libro muy hermoso: Charles
Baudelaire, Dibujos y fragmentos póstumos. El editor y traductor de los
fragmentos, Ernesto Kavi nos asegura que esta edición “es la primera en
publicar estas notas tal y como Baudelaire las dejó después de su muerte”. Me
parece inexacto, la editorial mexicana Premiá las publicó en los ochenta bajo
el título de Diarios íntimos; y en las Obras, publicadas por Aguilar en 1961
(conservo la tercera edición del 63) y traducidas por Nydia Lamarque los
fragmentos tienen el mismo orden (sospecho que el único que existe). Fuera de
eso, el libro es una joya, tener todos los dibujos en un solo tomo de un hombre
que tanto amó las artes plásticas, y tener una nueva traducción de estos
fragmentos es algo que merece celebrarse.
En uno de esos “proyectiles” Baudelaire escribe: “De Maistre y
Edgar Poe me enseñaron a razonar”. ¿Qué es lo que Baudelaire razona en estas
páginas?
La religión, el amor, el sexo, las drogas y el gobierno son los
temas principales.
“Yo afirmo: la única y suprema voluptuosidad del amor yace en la
certeza de hacer el mal. Y, desde su nacimiento, el hombre y la mujer saben que
toda voluptuosidad está en el mal”, escribe en una de estas páginas, y un poco
más adelante: “El acto de amor tiene una enorme semejanza con la tortura, o con
una operación quirúrgica”.
Las ideas que Baudelaire ensaya en estos fragmentos dispersos o
diarios íntimos, como quiera verse, están bajo el signo de la depresión: hemos
nacido condenados, incluso nuestros más íntimos gozos pertenecen a una fuerza
maligna, y cada día se muestra como un indulto provisional a la muerte que sin
duda será llevada a cabo bajo la más densa de las agonías.
Como un pre-existencialista, para Baudelaire el ser humano es una
pasión inútil, salvo que para los existencialistas ese hecho se debe a la
condición absurda de la vida y para Baudelaire a una condena casi religiosa,
sagrada: se propone escribir “Un capítulo sobre la indestructible, eterna,
universal e ingeniosa ferocidad humana. Del amor a la sangre. De la ebriedad
por la sangre”.
Por su parte, en la séptima velada de Las veladas de San
Petersburgo, Joseph de Maistre escribe: “De este modo se cumple sin cesar,
desde el más pequeño insecto hasta el hombre, la gran ley de la destrucción de
todos los seres vivientes. La tierra entera, empapada continuamente en sangre,
no es más que una ara inmensa donde todo lo que vive debe ser inmolado sin fin,
sin medida, sin descanso, hasta la consumación de las cosas, hasta la extinción
del mal, hasta la muerte de la muerte”.
Para Baudelaire, el hombre, dado que estaba condenado, no podía
evolucionar ni cambiar, siempre estaba deseoso de sangre, de pérdida, invocaba,
como De Maistre a irracionalismo para explicar lo inexplicable: “la
superstición es el depósito de todas las verdades”, señaló.
Cuando publicó sus primeras obras, Baudelaire escandalizó por sus
piezas dedicadas al demonio, a las prostitutas, a las lesbianas, desde luego
hoy han dejado de sorprender por el tema, y es notable que a lo largo del libro
de Roberto Calasso, La folie Baudelaire, su poesía se cite con muy poca
frecuencia, en cambio, las cartas y los ensayos sean lo que más resalte. Al
publicar estos fragmentos, los editores aciertan al traernos al Baudelaire más
cercano si no a la sensibilidad contemporánea, si a su mecánica espiritual:
estos fragmentos son intento de ir descubriendo lo que pensamos, para ponerlo,
si no en práctica, al menos en papel.
Y sin embargo, ¿por qué nos horroriza De Maistre y nos seduce
Baudelaire? Acaso porque en De Maistre hallamos un programa que, como bien han
visto tanto Cioran como Isaiah Berlin, se convierte tarde o temprano en la
fuente de todos los totalitarismos. En cambio, en Baudelaire opera como una
suerte de higiene mental, (lo mismo que nos ocurre con Ciorán precisamente o
con Fernando Vallejo, con todos los grandes desesperados) sus invectivas contra
la infancia, la patria, los hijos, la madre, el amor, la religión… nos
previenen contra influjo contrario: verlos forzosamente como algo puro,
inocente y noble. El poder de Baudelaire (y el de la literatura) es el de
subvertir las ideas preestablecidas y combinarlas de modo que ningún sistema
social ni político daría por bueno.
Mientras De Maistre les ofrecía a los hombres la religión del
poder establecido, Baudelaire enseñaba que había una forma de ofrecer
resistencia, de no asentir por completo: la literatura. Lo que Baudelaire recobra
en estos fragmentos es una forma de la insurrección, capaz de llevar el
pensamiento hasta un límite insoportable donde no quepa posibilidad de
utilitarismo social, moral o educativo, que no posee vínculo de obediencia ni
de pertenencia, y no se sabe reconocer salvo en sí misma: pura, simple y
absoluta literatura.
Charles Baudelaire, Dibujos y fragmentos póstumos, Sexto Piso
Ilustrado, Traducción Ernesto Kavi, España 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario