Tuss Fernández
Enehache.com
Seguramente el texto que escribo a continuación empezó hace
33 años y algunos meses. Y muy seguramente no se acerca ni remotamente a su
fin.
Después de toda una vida de sobrevivir bajo esta condición,
hace menos de un año que decidí re-definir mi identidad sexual que vino a
reafirmarse con el cliché-corriente de los propósitos de año nuevo.
Deslindarme de mi anatomía para asumir mi verdadero ser en
cuanto a las expresiones de mis afectos, y también de mis deseos, es la misión.
Recién antier participaba en la primera sesión ‘formal’ del
Consejo Ciudadano de Derechos Humanos (del municipio de Puebla) y cuando
comenzaba a construirse la agenda de temas en los que habremos de enfocarnos
escuché voces emocionadas a favor de los niños, las mujeres y los
discapacitados. En general, el pleno estuvo a favor y en ningún momento escuché
que alguien se negara.
Hay que decir que este Consejo se conformó de manera
atípica.
Originalmente habría una mayoría de consejeros pro-LGBTTTI
que atendimos la convocatoria pero, vaya, hubiera sido surreal que por primera
vez dejáramos de ser un grupo minoritario en un organismo público emergido
dentro de un gobierno de derecha de modo que, ante un zafarrancho organizado
por dos regidoras y un funcionario homofóbicxs, las reglas del juego cambiaron
y el máximo de consejeros permitidos por los estatutos, fue completado con
personajes de ‘relleno’.
Aquí hago un breve paréntesis para decir que cada uno de los
integrantes merece mi respeto absoluto y que hago esta observación desde la
perspectiva de que se sabotearon las reglas del juego con tal de minar nuestra
capacidad de acción (de los LGBTTTI).
Más que suponer, afirmo, por lo acontecido ayer durante la
sesión, que los temas de Diversidad Sexual no están, ni estarán dentro de las
prioridades de dicho Consejo.
El sabotaje surtió efecto, lastimosamente.
Pero volviendo al tema de los niños, esta misma tarde me
topé con un implacable texto de Beatriz Preciado (¿Quién defiende al niño
Queer?) que cuestiona la intervención de los adultos que ‘presuntamente’
defienden los derechos de los menores pero que terminan perpetuando la
heteronormatividad y construyendo infancias sin perspectiva de género.
“El niño es un artefacto biopolítico garante de la
normalización del adulto.”.
En los discursos, los derechos de los niños se oyen muy bonitos
pero no hay cabida para los niños ‘diferentes’.
Todavía a nadie se le ocurre o por lo menos no se plasma en
los documentos oficiales, la posibilidad de que un niño decida elegir y ejercer
su propia identidad-orientación sexual.
Yo fui de esxs niñxs olvidadxs que ahora, a mis 33, usa una
“X” para no tener que usar una “A”o una “O” que me identifiquen en algún género
en el que no me da [y nunca me ha dado] la gana estar.
Ojalá no hubiera tenido que reventarme toda mi formación
escolar, vistiendo el uniforme propio de mi género social porque me hubieran
ahorrado al menos 12 años de humillación.
Y ojalá en los lugares públicos [desde entonces y hasta
ahora] no tuviera que elegir entre el baño del logotipo con faldita o el del
logotipo con pantaloncito porque no hubiera aprendido a aguantarme las ganas
para tener que evitarlos.
Desde que tengo memoria, yo siempre he podido ver un mundo
de colores; lejos, muy lejos del blanco o el negro que siempre se nos imponen.
Soy disidente, pues.
Pero ese es mi mundo, y en él, impera otra clase de
romanticismo que nada tiene que ver con el de los adultos que se olvidan de
defender el derecho a ‘auto-construirnos”.
Suspiro.
Quizá más bien, [los humanos] deberíamos defendernos de
nosotros mismos.
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